11.20.2019

El Gran Concierto

Se recomienda leer esta rola al son de Brown Eyed Girl de Van Morrison

 

Después de dar el primer pequeño paso al mostrarle a la "Chica del Chaleco" mi letrero de despedida, esa pequeña víscera que tenía latiendo a toda velocidad dentro del tórax me exigía dar un salto... y así lo intenté.

PRELUDIO: "EL HOLA EN EL PATIO".

Esas tardes de otoño al ritmo de The New Kids on the Block parecían pasar muy rápidamente para todos nosotros. El quinto semestre del bachillerato no tenía piedad y nos quería machacar con clases pesadas, miles de trabajos por equipo y hasta guiños de conflictos políticos que ya luego conoceríamos a fondo.

Para mí todo eso tenía una importancia secundaria. Mi mundo giraba alrededor de un salón de láminas de metal que era refugio del ser más hermoso sobre la faz de la tierra.

El "Hola" escrito en una hoja de papel que tuve que cambiar de emergencia por un "Adiós" en El Grito en el Papel exigía su turno ante los ojos de esa chica y me puse como tarea prioritaria cumplirle. Ella tenía que verlo.

Desafortunadamente, mi ataque de valor de la vez anterior parecía haber sido solo eso, porque a la siguiente semana mis piernas volvieron a congelarse cuando debían hacer algo que se suponía tenía que ser natural: acercarme y mostrarle mi pancarta.

Tenía que ser de la forma difícil.

Esa calurosa mañana de lunes pasé más tiempo dando vueltas por el patio en busca de una oportunidad que concentrado en mis deberes estudiantiles. Poco o nada de atención presté a un par de entrevistas casuales sobre las importantes exposiciones de Antropología que se venían y mi interés por socializar con mis compañeras del 5o. E era muy poco.


Sin embargo, un encuentro casual con una de ellas, Mireya, influyó en los acontecimientos que siguieron. Pese a haber compartido escuela 2 años y un mes, nunca habíamos siquiera platicado hasta ese día que las obligaciones curriculares nos pusieron frente a frente. Ahí ella me dijo que tenía ya tiempo con mucha curiosidad por conocerme, que se le hacía un niño interesante y que me admiraba. No sé si me sonrojé, pero no dejé de darle las gracias antes de partir a clase. El suceso podría no haber sido importante, pero para mí fue una inyección de confianza para cumplir con mi misión.

A las 11:50 finalmente el escenario quedó puesto, pues la niña del Primero "C" al fin se detuvo afuera de su salón; yo caminé lentamente hacia ahí y cuando estaba a 5 metros, me detuve, miré fijamente la carpeta donde llevaba mi saludo, la vi a ella y... ¡Corrí a ocultarme!
¡Maldita sea!... Abajo del asta bandera traté de controlar mi respiración, me pregunté dónde había quedado el yo valiente de días atrás y por qué le estaba dejando su lugar al yo cobarde de siempre... 

No sé cómo, pero creo que el tiempo se detuvo, aunque el reloj no. A las 12:08, finalmente, salí de mi escondite, caminé 10 pasos, me paré muy cerca de ella y le hice una seña con mis manos. Sus amigas voltearon primero y ella fue la última, y ahí el bisílabo que había pedido a gritos encontrarse con sus ojos, lo hizo.

La escena, llena de silencio, quedó atrapada entre el bullicio del medio día en el Plantel U-2 del Colegio de Bachilleres. Pese a lo pintoresco del momento, nadie pareció percatarse de que un chico de 5o estaba parado, levantando una carpeta con una hoja que decía "Hola!" enfrente de una chica de primer semestre, quien tomó entonces la batuta del concierto.

Al principio vio el letrero con sorpresa, luego pareció dispararse su memoria en dirección a la parada del autobús en San José Vista Hermosa y antes de que tuviera la ocurrencia de darse la vuelta e irse, hice lo único que me quedaba por hacer: le sonreí... Y entonces, de su rostro emergió una sonrisa que hizo que todo lo que había alrededor se borrara por un instante y cuando sus ojos encontraron los míos el mundo recuperó el sentido.

No recuerdo qué pasó después, cuando reaccioné ya estaba en clase, al poco rato exponiendo de manera exitosa en Práctica Documental y Administrativa y luego sentado viendo al horizonte, solo, con una gran sonrisa en la cara, una sonrisa como nunca había tenido, nueva, esperanzadora.

FIN DEL PRELUDIO

Eran las 3 de la mañana del siguiente miércoles cuando una idea que había acariciado mi mente horas antes empezó a gestarse... Pese a estar atado a mis apuntes de Filosofía y Biología desde las 12 por los exámenes de la mañana siguiente, era obvio que la prioridad de mis neuronas estaba en dar un paso más allá con "La Chica del Chaleco".

Resultaba evidente que "Adiós" y "Hola" se habían quedado cortas como expresiones de lo que mi corazón quería gritarle a esa niña del Primero "C", aunque también era obvio que si intentaba esbozar 2 palabras frente a frente, se me cerraría la garganta antes de la primera y moriría asfixiado enfrente del amor de mi vida.

De ahí vino la gran idea: en el revés de las mismas fotocopias donde estaba estudiando para mi examen, un plumón y unos minutos de inspiración plasmaron un mensaje que luego fue guardado cuidadosamente entre mis papeles para ir a la escuela.

Me acosté a las 4 de la mañana y, no obstante, a las 5:30 ya estaba en pie nuevamente, con el ánimo a tope y dispuesto a llevar a cabo mi misión.

Tras abordar el CREE-Madero, repasé una vez más el plan que ya había recitado unas 200 veces desde media hora antes: Su grupo tenía la entrada a las 8:00 horas (ya me había encargado de echar un vistazo a los horarios publicados en las puertas de la coordinación de la escuela unas semanas antes). Se suponía que yo tenía clase de Comunicación a las 7:00, pero desde el inicio del semestre la maestra no se había presentado una sola vez, por lo que los astros se alineaban perfectamente. Solo debía llegar a las 7:00 y esperar a "La Chica del Chaleco" en la entrada del plantel.

Ubicado en la jardinera oeste a la hora señalada, decidí sacar mis apuntes de biología y ponerme a estudiar, pues el examen era a las 8:00... Pasaron los minutos y fui modificando mi posición en aras de que mi plan no fallara... Acabé justo enfrente de la puerta de la escuela, para frenarla antes de que entrara y así no se me escapara. ¡La estratagema perfecta!

Sin embargo, a partir de ese instante los minutos empezaron a tener 90 segundos cada uno y yo daba vueltas en un radio de 15 milímetros amenazando con volverme loco... un poco más... Las clasificaciones del reino monera, la briofitas y las monocotiledóneas hicieron un coctel mortal con mi angustia y no precisamente porque no entendía nada de lo que estaba tratando de estudiar, sino porque ella no llegaba.

Cuando dieron las 7:30 las cosas se pusieron difíciles, pues el riesgo de que algún compañero se detuviera a platicar conmigo y que en ese momento pasara ella, digamos que era mayúsculo, pues estaba parado ni más ni menos que en la puerta de la escuela. Por eso, más de una vez al ver venir a los potenciales platicadores, corrí a esconderme atrás del edificio 1 para luego volver a mi posición original.

La cosa funcionó más o menos con decencia hasta que el reloj marcó las 7:40. Entonces sucedió lo sorpresivo, lo increíble, lo inesperado... Mis ojos se abrieron de par en par cuando la vi venir... sí, era ella... ¡La maestra de Comunicación!

¡Noooooooooooooooooo!

Luego de un mes de ausencias se le ocurrió presentarse por primera vez justo ese día, en mi día... ¡Noooooo! No podía permitir que eso arruinara mis planes, simplemente no podía... 


Digamos que en ese instante contravine mi naturaleza de estudiante responsable, pero la vida no me daba una opción mejor mejor que correr a esconderme y dejar que la primera clase de Comunicación del 5o. "F" de ese semestre empezara sin mí.

El tiempo siguió pasando y conforme las 8:00 se acercaban la angustia por el examen de Biología se hacía casi tan grande como mis ansias por que ella llegara... y de pronto, a lo lejos, una luz de armonía iluminó el Plantel U-2 del Colegio de Bachilleres... Ahora sí, era ella, caminando con esa gracia que podía poner de cabeza al mundo.

A las 7:55 me di cuenta de que estaba yo embelesado a 10 metros de la entrada de la escuela y que ella se encontraba a 15 segundos de pasar por ahí... Fue cuando tomé toda la fuerza del instante y me dije "Es ahora o nunca, amigo, si no lo haces justo en este momento, ella se va a ir y nunca podrás hacerlo", tras lo cual empecé a caminar lentamente y salí del colegio justo cuando ella subió la banqueta. 

La "Chica del Chaleco" venía con una de sus compañeras de grupo, pero era muy tarde para darle importancia a eso. Yo estaba obligado a hacer ese movimiento audaz y temerario para llamar su atención, el cual fue tan audaz y temerario que no recuerdo cuál fue... El caso es que, de alguna manera, la hice voltear y justo cuando nos miramos a los ojos, el tiempo, el mundo y el universo se detuvieron.

Los astros estaban tan alineados que incluso su amiga se paró atrás de mí para dejarnos protagonizar solos el concierto de amor más grande de la historia del U-2, un concierto sin música, sin palabras, en silencio, pero soberbio, único e irrepetible...
  

HOJA 1: "Hola"
La misma que ya había visto. Incluso, creo que pensó que repetiría mi numerito de 2 días antes y estuvo a punto de reiniciar su camino pero el sonido del papel moviéndose la detuvo.


HOJA 2: "Solo te robo un par de segundos" 
Ella frena y pone cara de intrigada... Tenía su atención absoluta y era hora de ejecutar la parte más arriesgada de todo el plan.

HOJA 3: "Tal vez te parezca un poco descabellado que te lo diga..."
Ella frunce un poco extrañada, yo sudo como pocas veces.

HOJA 4: "PERO..."
y entonces, de entre todos mis apuntes de biología, sale esa última hoja, ese mensaje que llevaba guardado semanas en mi corazón esperando salir, soñando con llegar hasta sus ojos.

HOJA 5: "...TIENES UNA HERMOSA SONRISA"
Ella se queda quieta, hasta me parece que lee dos veces el último letrero.

Entonces, ambos alzamos la mirada al mismo tiempo y nos miramos. Creo que está un poco, aunque sea un poquito, sonrojada. De su boca emana un "Gracias" que nunca, jamás, por más tiempo y tormentas que pasen, podré olvidar, por el tono, por el momento, por la dulzura de su voz...
Como si hubiera ido preparado para esa reacción, justo en el instante en que movió su pie derecho, salió el cerrojazo del concierto...

HOJA 6: "CHAO"
Eran las 8 de la mañana en punto.
Un minuto después, ella ya se había perdido entre el bullicio de la escuela y yo seguía congelado en la entrada, suspirando y agradeciéndole a Dios por su apoyo esa mañana.


Al poco rato la vida en el U-2 volvía a ser la misma de siempre.
Yo tuve 2 exámenes, ella estuvo casi todo el tiempo metida en su salón de láminas y tal vez, no sé si en realidad o solo me lo imaginé, en algún momento del día, nos vimos de lejos, pero ninguno de los dos hizo más nada, porque ese miércoles, ya todo ESTABA DICHO.


COROLARIO
Aunque Bob Dylan ya lo había hecho muchos años atrás e INXS lo imitó en 1987, juro por lo más sagrado de mi existencia que antes de esa mañana de 1990 nunca vi los videos de Subterranean Homesick Blues y Mediate por lo que, para mí y, debo decirlo, para ella, la idea de ir pasando las hojas con las frases escritas, fue original...
     

5.15.2019

El día que José Lazcarro salvó una vida

Se recomienda leer esta historia al son de Losing My Religion, de R.E.M.

Saltar de una vida de educación pública a la Universidad de las Américas Puebla ya en sí era una acrobacia de dificultad extrema, pero lo que me depararía la vida después de apenas un semestre desafió la exigencia del más atrevido de los acróbatas.

Las reglas académicas estaban claras y hasta firmé un papel aceptándolas cuando fui aceptado en la institución en el otoño de 1991, honrado con la Beca Excelencia Jenkins:

1. Cada semestre debía obtener un promedio acumulado de 90.
2. Cada semestre debía meter una carga de al menos 30 unidades (es decir, 5 materias en promedio), para no llevármela fácil con menos.


Al ser mi primer semestre, tuve que meter 3 materias en las cuales el promedio no importaba, pues según el programa, la calificación era AC para acreditado y NA para no acreditado... "Papita" si pensábamos en esas tres asignaturas, pues podía sacar 80 y no ver en peligro mi beca, aunque eso implicaba que tenía que sacar 90 entre solo dos materias... Ay nanita.

Uno de los cursos AC/NA era álgebra, la pesadilla de todo aquel que entraba a estudiar cualquier carrera de Humanidades, otra era dibujo básico, que se veía en el papel como un día de campo para cualquier aspirante a diseñador gráfico.

Oh, qué diferente fue en la realidad. Primer parcial: 70... Reprobado. ¡¿En dibujo básico?!
Lo que creí era un accidente tuvo réplica no solo en el segundo sino también en el tercer parcial: 70 y 70... Reprobado todo el semestre ¡en dibujo básico!


Extraña ironía, en álgebra iba con 100, misma calificación que tenía en otras 2 asignaturas, además de un 97 para completar mi horario.

Después del tercer parcial, mi corazón estaba a punto de reventar pues fue hasta entonces que empecé a vislumbrar la posibilidad real de que me echaran de la Universidad de las Américas por esa materia, en mi primer semestre. Ya entonces sabía que necesitaba un milagro para acreditar una asignatura que solo requería de un maldito 7.5 para olvidarse de él.

Lo extraño es que durante todo el curso traté de que el maestro José Chávez Huacuja me ayudara a encontrar cuál era la falla para corregirla. Varias veces me indicó que íbamos mejorando, pero a la hora de los exámenes departamentales, que calificaban todos los profesores de la carrera de Artes Plásticas, el 70 acababa siempre en mis dibujos.

Aun así conservé la esperanza hasta el último día. Sudé como pocas veces el día del examen final y debí esperar varios días a que publicaran las calificaciones en una vitrina a un lado de la jefatura de la carrera... Ese legendario muro de los lamentos...

Esa mañana del diciembre más frío de mi vida, la imagen del NA junto a mi número de estudiante se clavó como una daga en el centro de mi corazón.

Era oficial: estaba fuera de la Universidad de las Américas Puebla, reprobado en Dibujo Básico, en mi primer semestre... Después de ver una y otra vez la lista como creyendo que por repasarla mil veces las letras iban a cambiarse por AC, entré en una especie de trance y vagué sin rumbo por los pasillos de la Hacienda, pero tuve la fortuna de terminar en el aula de Patricia Ríos-Zertuche, en el segundo piso.

Después de ser la primera persona que se enteraba de mi desgracia, mi profesora de Introducción al Diseño dedicó más de una hora de su tiempo a reconfortarme en ese trágico instante y a tratar de hacerme entender que no era el fin del mundo, aunque creo que no tuvo mucho éxito... En efecto, era el fin de mi mundo. Cuando bajé las escaleras dispuesto a partir, la realidad me golpeó con toda su fuerza. Mi vida estaba arruinada, había perdido la Beca Excelencia Jenkins, tendría que dejar la Universidad de mis sueños... y lo peor es que no sabía por qué...

Al cruzar el segundo patio de la Hacienda, esa pregunta retumbaba en mi mente una y otra vez "¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?" Eran alrededor de las cuatro de la tarde y ya no había un alma en el lugar, pero en ese momento, apareció por el pasillo José Lazcarro Toquero, a quien conocimos en varias de las visitas que había hecho a nuestro salón de clases, presentado como el nuevo jefe del Departamento de Artes Plásticas a partir de ese semestre. Lo saludé, me saludó, pasamos de largo...

Me detuve en seco y pensé que justo era él quien podía responder la pregunta que retumbaba en mi mente y desgarraba mi alma... ¿por qué me voy de la Uni, qué tienen de malo mis dibujos?
 

Lo alcancé en su oficina con la firme convicción de que si iba a irme para siempre de la Universidad de las Américas Puebla, al menos me iría sabiendo por qué.

Le platiqué mi caso como si fuera el de cualquier estudiante y el profe, siempre con una maravillosa sonrisa en su rostro, le dio claridad a la situación: Yo era uno de muchos reprobados de mi grupo, el cual había salido muy por abajo del promedio de todos los que hicieron la materia durante el semestre. Había un patrón que el profe se explicaba de una manera muy sencilla; justo ese semestre, el maestro Chávez Huacuja había sido relevado de la jefatura del Departamento de Artes Plásticas y justo ese semestre se había introducido el sistema de evaluación departamental, en el que había un criterio uniforme de enseñanza para todos los grupos. Chávez Huacuja no había tomado muy a bien el cambio y no había respetado los parámetros del departamento. Impartió la clase a su modo y la consecuencia es que más de 10 alumnos estaban reprobados.

Entonces Pepe Lazcarro me dijo que no me preocupara, que iban a tener especial atención en los muchachos que repetirían el curso en el siguiente semestre para regularizarlos lo antes posible.
En ese momento mis ojos se nublaron y como que sentí que las piernas se me iban a doblar ante de decir "No habrá próximo semestre para mí, profe".

Ante la cara que puso el profe tuve que soltarme a platicarle mi historia a sabiendas de que era como narrar mi propia muerte por segunda vez en la misma tarde. Al terminar, ya destrozado por dentro y creo que también por fuera, tomé mis cosas para darle las gracias al maestro y partir finalmente, pero antes de dejar que me ahogara en mi agonía, Pepe Lazcarro me salvó la vida:

–"¿Por qué no pides una revisión de examen?"
–"¿Revisión de qué..?"
 –"Haz la solicitud en tu departamento académico, trae todos tus dibujos y se hace una junta con todos los profesores del departamento para reevaluar con el contexto que te acabo de explicar y si tu trabajo tiene cosas buenas, podría cambiar la calificación. El veredicto estaría en los primeros días del próximo año".

Días después mis dibujos estaban en la oficina de Pepe Lazcarro.
Aquella fue la peor Navidad de mi vida, inmerso en la incertidumbre, sin saber qué sería de mi vida al siguiente año... Más de una noche me dormí después de llorar largo y tendido.

El primer lunes laboral de enero yo era el primero que había entrado al cubículo de Mary González de Cosío, quien como jefa del departamento de mi carrera, era la encargada de darme a conocer el resultado de la revisión. No recuerdo si a mí se me hizo temprano o a ella tarde, lo cierto es que pasé más o menos 45 minutos sentado en una silla esperando, sin saber qué sentir, sin saber si podía seguir llamando a la UDLAP mi escuela o no.

Mary González llegó y tras pedirme que esperara un poco más, entró a su oficina y cerró la puerta.
No pude leer nada entre líneas, mi corazón latía a toda velocidad, mi vida estaba en la cuerda floja.

Y entonces entró Pepe Lazcarro, con esa gran sonrisa que siempre lo acompañaba. Alegre y dicharachero, me preguntó cómo había pasado el fin de año y tras mi escueta respuesta, comenzó a platicarme de los planes que tenían en la carrera para inicio de año y lo entusiasmado que estaba de recibir a los nuevos estudiantes. Mientras él se servía agua de un garrafón, mi alma se desangraba ante la incertidumbre.

Habría roto en llanto, aunque ya no me quedaban lágrimas, pero el maestro no me dio tiempo... "Ahhhh, y por cierto, tu problema ya se solucionó, nos vemos por aquí para el inicio de clases.", me dijo mientras le daba el primer sorbo a su taza.

Nunca todo ese primer semestre había salido sonriendo de la Uni, pero esa mañana me fui cantando de mi escuela, de la Universidad de mis sueños, de la que estuve a punto de irme con el corazón destrozado de no haberme empeñado en saber por qué.

Aquel semestre se encadenaron una serie de hechos singulares e irrepetibles que se ataron unos con otros para cargarse mi carrera profesional como ofrenda; lo cual afortunadamente no ocurrió porque aquel diciembre, justo a tiempo, José Lazcarro salvó una vida al conducirme por la ruta para cambiar algo que parecía no tener remedio. Aunque eso no fue todo, porque en enero la salvó de manera definitiva, pues él fue mi profesor de Dibujo 1, materia a la que llegué con 70 y en la que ahora debía sacar mínimo 90. Su guía, su paciencia y su comprensión me llevaron a que mi primer parcial fuera un 80... El 80 más valioso de mi vida... Un 80 que me llevé a un rincón de la Hacienda, adonde lo festejé con lágrimas... Al fin había aprobado un examen de dibujo y lo había hecho gracias a Pepe Lazcarro.

A partir de ahí ya dependía de mí y no iba a fallar... en el tercer parcial llegó el primer 100 y ese número no abandonaría ninguno de mis exámenes en Dibujo 2, 3 y 4... 

El resto es historia.