11.27.2018

El Grito en el Papel

Se recomienda leer esta historia al son de Red River Rock de Johnny and The Hurricanes 

PRELUDIO: 'EL CHICO INVISIBLE'

Después de derramar 600 litros de baba mientras volteaba desde mi lugar en el 5º “F” hacia los salones de lámina, tenía más que claro que debía hacer algo antes de arruinar mis glándulas salivales y, de paso, mi pobre corazoncito, que latía a mil por hora cada que ella salía de su aula para iluminar los patios del U-2.

Lo que no tenía claro era cómo diablos iba a hacerlo: mi legendaria "cobardez" (llamada timidez en términos más amables), hacía que un acercamiento directo fuera harto más que imposible... Por ello, lo mejor que podía pasar por mi mente era el plan de caminar cerca de ella, procurar que se diera cuenta de mi existencia y dejar que la vida hiciera el resto.

Sin embargo, mi plan no contó con el apoyo del destino. Cuantas veces lo intenté aquella mañana de miércoles, ella estaba de espaldas, o si quedaba de frente, alguno de sus compañeritos de clase se paraba justo enfrente para que ella no pudiera verme.

Después, la cosa se puso peor: cuando yo tenía tiempo de salir al patio tras alguna clase, ella estaba dentro de su salón y cuando era ella quien tenía libertad, yo estaba enclaustrado en alguna aburridísima lección de lo que fuera.

Pero aún no ocurría lo más, más horrible, porque eso fue cuando al fin se dio el momento de que pasé frente a ella y nada se interponía en nuestros caminos. En ese instante, me di cuenta de que por algún hechizo extraño, era yo transparente, porque su mirada pasaba casi a través mío, dejándome en claro que era yo "El Chico Invisible".

Pese a esto, no me di por vencido; mi precepto estaba en pie y seguí a mi modo con mi pequeña lucha. 

Tuvieron que pasar 5 días para que "El Chico Invisible" se volviera visible.

El lunes siguiente ella ya sabía de mi existencia, o al menos eso quería yo pensar. La primera vez que contestó la mirada fue como si me hubieran puesto un grillete, pues me dio taaaanto miedo ir a buscarla que bien que me habría merecido uno de verdad con todo y sentencia perpetua, por cobarde.

SUFRIR Y LOGRAR

Una semana después de la "aparición" del "Chico Invisible", algo me dijo que las cosas tenían que cambiar.

Convencido de que no sería capaz de decirle "Hola" frente a frente a "La Chica del Chaleco" sin que me reventara alguna vena de la cabeza, en algún momento de la jornada escolar se me ocurrió escribir la palabra que rompería el encanto en una hoja de papel tamaño carta y aspirar a hallar la oportunidad de mostrársela en el patio de la escuela, aunque fuera de lejitos.

El plan, a mi modo de ver, era muy bueno, excepto que las dos chances que tuve para hacerlo realidad vinieron acompañadas de un engarrotamiento general de mis brazos, que hicieron imposible que la hoja saliera de mi carpeta.

Sin embargo, la mañana del miércoles, al entrar a la escuela, en el ambiente se respiraba que las cosas cambiarían y aunque no dejé de sentirme nervioso desde las 6:50 AM, yo tenía un plan y no podía fallar: la esperé justo en la entrada de la escuela, ahí paradito, con mi carpeta lista para dejar salir esa hoja con el anhelado primer "Hola" de nuestras vidas. 

Todo habría funcionado perfecto de no ser porque aquella mañana ella llegó acompañada de un "piojoso" que resultó el "padrino" de la patética escena: ella pasa de largo sin voltear, yo soy incapaz de mostrar mi mensaje, y dos minutos después quedo solo en la entrada de la escuela, con mi carpeta cerrada, los brazos caídos y mi ánimo unos metros más abajo...
Luego, la rutina de quinto semestre de bachiller amenazó con destruir la poca moral que me quedaba. Armando y Alejandra me presionaban con la grabación del trabajo de antropología, el resto del grupo con sus manuales de orientación y yo solo podía pensar en la hoja adentro de mi carpeta...

Cuando al fin pude salir del aula, solo fue para que se repitiera la puesta en escena de los días anteriores con ella metida en su salón junto a sus amigas y yo buscando un rinconcito donde colocarme que me permitiera ver hacia adentro del cuarto de metal...

Entonces sentí como que todo mundo se había dado cuenta de lo que estaba haciendo y me miraba con ojos inquisidores. A dos segundos de colapsar, llegó al fin ese momento que había cazado toda la mañana: ella salió de su aula y luego de un movimiento magistral al darle la vuelta a los salones de lámina, quedé en posición de topármela de frente con solo dar la vuelta a la esquina del edificio provisional... Todo parecía perfecto, excepto porque mis piernas no se movieron, paralizadas por el miedo y cuando pude dar un paso, ella ya estaba de vuelta en su pupitre.

Además de "invisible", era imbécil 

El reloj marcaba las 12:00 horas y parecía que con la mañana se me iba la chance de romper con el hechizo... Por supuesto, mi cabeza daba vueltas, fue como una mezcla de coraje, tristeza y decepción. A lo lejos, el Contador Público Vargas me condenaba a volver al salón a pagar la penitencia de soportar su soporífera clase como un castigo por mi falta de valor.

Amagué con escapar de la escuela, pero mi "yo responsable", el de los 10s en la boleta, se apoderó de la ocasión y unos minutos después, ya estaba en el aula incluso con un compromiso para ir a hacer un trabajo de antropología al museo, después de la escuela. Oficial: mi vida estaba arruinada.

Mientras esperaba a que se consumara otro día deprimente, le di la vuelta a la hoja donde había escrito "Hola" para saludar a "La Chica del Chaleco" y empecé a dibujar un "Bye", como para burlarme de mí mismo y de mi incapacidad para mostrarle el letrero en las casi 5 horas que había tenido para hacerlo y en las cuales, ese día de septiembre, sí hubo oportunidades.

Resignado, cuando acabó la clase de Contabilidad, me puse de acuerdo con mis compañeros de Antropología para lanzarnos a hacer los trabajos a los museos de la zona de Los Fuertes.

Tal vez eso me serviría para distraer mi atormentada mente de las cosas realmente importantes. Sin embargo, uno de los miembros del equipo se había ido de pinta de Conta y no aparecía por ningún lado, lo cual nos hizo pegar un coraje extra y tomar la determinación de mandar todo por un tubo y largarnos a nuestros respectivos hogares, lo cual, a mí, me aterró... La sola idea de llegar a casa y enfrentarme a mi nuevo fracaso de ese día me hacía preferir tirarme a la Federal a Atlixco y esperar a que un camión me hiciera papi… Y entonces sucedió...

“La Chica del Chaleco” y sus amigas iban en dirección a la salida de la escuela. Ese era el momento, mi momento. Era ahora o nunca y así lo entendí.  

Comencé a caminar detrás de ellas con la gran interrogante de ¿qué debía hacer? No pude darme chance siquiera de armar un plan: debía seguirla, pero no emparejarme a su paso y mucho menos rebasarla, eso fue lo mejor que se me ocurrió...

Lo que siguió fueron calles de angustia.

Íbamos casi a la par, pero sus amigas no la dejaban tener vía libre para verme; justo atrás suyo iban tres monos siguiéndolas y para colmo, el hermano de Luis Malajevich venía pisándome los talones. Consecuencia lógica, mi frente estaba empapada de sudor seco... de nervios, de miedo...

Como no podía pensar, pues ni cuenta me di cuando me le emparejé y menos cuando la rebasé, ella de un lado del Paseo Vista Hermosa Norte y yo en la acera de enfrente...

Cuando pude reparar, ya le sacaba dos calles y en el instante en que llegué a la esquina con la Calle 10 me detuve decidido a todo… Sin embargo, justo al voltear hacia atrás y al verla venir a lo lejos, me di cuenta de que en realidad aún no estaba decidido a todo, por lo que caminé hacia la salida de Vista Hermosa, con la obligación de jugarme ahí mi última carta.

El momento de máxima tensión había llegado… Cuando ella se acercaba, yo sabía que debía hacer un movimiento magistral y ¡vaya si lo hice! Me tropecé al bajar la banqueta y mi portafolios salió volando hacia el pasto dejando caer todo su contenido… El séquito de niñas pasó caminando junto a mí mientras yo trataba de salvar mi dignidad levantando mis cosas lo más rápido posible.

Pero mi debacle fue más veloz: primero porque no atinaba a recoger las monedas sin volverlas a tirar y segundo porque justo cuando me levanté, fui alcanzado por Rubén Malajevich… A lo lejos vi que “La Chica del Chaleco” y sus amigas se detuvieron en la esquina de la Calle 8, pero cuando di dos pasos sentí cómo Rubén empezaba a caminar junto a mí. Ahí se derrumbó todo. 

Sabía  que mi tarde terminaría en otra de esas pláticas con Rubén sobre las materias nuevas, los trabajos difíciles y los… ¡Milagro! En ese instante Malajevich le hizo la parada a un microbús y únicamente me sonrió antes de treparse al transporte y dejarme solo ante mi destino.

Caminé hasta la esquina y me detuve a unos metros. Éramos ella y yo… además de sus amigas y un pánico de dimensiones colosales.

La carpeta con mi letrero estaba en mi mano y de milagro no se resbaló por el sudor que inundaba cada poro de mi diminuta humanidad. Llegó un instante en el que ya ni parpadear era opción. Estaba petrificado.

Pero en el instante en que el sol se ocultó detrás de una gran nube sucedió al fin: caminé un poco, me puse casi frente a ella, llamé su atención con mis brazos y en el momento en que ella volteó, emergió de mi carpeta el letrero que había hecho en la clase de Conta con un sencillo “Bye” escrito en él.

El premio a todo el drama de esos días fue un tesoro que guardaría toda mi vida: esa sonrisa tras ver mi mensaje fue suficiente para que yo me descongelara, contestara agradeciendo con la cabeza y me diera la media vuelta para partir con esa extraña felicidad que te da cumplir un pequeño sueño.

Por supuesto, no tuve valor de voltear para atrás… Pero no hacía falta. La felicidad que me inundaba era suficiente.

Cuando tomé el CREE-Madero de vuelta a casa, 10,000 millones de ideas esperanzadoras cruzaban la mente de un chico de 17 años que pasó de ser invisible a enviar una palabra que le llenó de ilusión la vida.



11.14.2018

10 rolas que me hacen sonreír aunque no quiera

Hay veces que puedes estar tan jodidamente jodido que ni el sol te calienta, pero entonces, a lo lejos suena esa canción, esa rola que te levanta el ánimo no importa cuán hundido estés.
Esa es la magia de la música y algunas rolas tienen una dosis mayor e inigualable de ese hechizo que te puede propulsar aunque no puedas sostenerte y, en el mejor de los casos, hasta terminará haciéndote bailar.
A lo largo de mi vida he pasado por momentos cañones y más de una vez una de estas 10 heroinas salieron en mi rescate.
Estas 10 piezas musicales son parte irremplazable del soundtrack de mi vida.

10 Goodbye
Mary Hopkin (1969)
Una canción que acompañó las múltiples veces que en el camino debí entender que en el dolor de decir adiós está la semilla de algo bueno en el porvenir... Más de una hice el zapateadito con sus notas sobre el agua encharcada.
https://youtu.be/0euTSZVkJGQ




9 I'll be Back Upon My Feet
The Monkees (1968)
Un himno de optimismo, de salir adelante, de cantarle al futuro sin guardarle rencor al presente y al pasado. Esta canción ciertamente me acompañó en algunos de los pasajes más difíciles de mi vida y entre los dos, regresamos de pie.
https://youtu.be/fIeNqQHs0nk




8 Just a Ride
Jem (2003)
Esta canción llegó a mi vida en un gran momento en el que empecé a entender que lo chido no es llegar a un lugar en el intangible futuro, sino disfrutar el camino en el omnipresente presente. La canta Jem, es una gema.  
https://youtu.be/vPeY7Mq3hC0


7 I Gotta Feeling
The Black Eyed Peas (2009)
Esta canción no necesita explicación: te hace bailar, te hace cantar, te hace sonreír. Es un himno al optimismo, no me importa cómo lo conceptualices.
https://youtu.be/uSD4vsh1zDA


6 She's a Rainbow
The Rolling Stones (1967)
Desde su inicio con esas hermosas notas de piano hasta su final, esta rola me hace flotar por los aires armado con una gran sonrisa, su ritmo es alegre y a la vez enternecedor; para mí es un himno al amor más puro que pueda haber sobre este planeta.

Por cierto, esta es la canción de mi sobrina Natalia.
https://youtu.be/6c1BThu95d8




5 Palisades Park
Freddie Cannon (1962)
Escúchala y te sentirás como un niño en la montaña rusa (tiene algunos efectos reales del parque en el interludio), cierra los ojos y tal vez vueles en el tiempo, levantes los brazos y corra por tu espina ese deseo de bailar al ritmo de ese tiempo que muchos no vivimos, pero que recorre nuestro torrente sanguíneo gracias a la magia de la música. 
https://youtu.be/dkNVwV5zquM


4 Ray of Light 
Madonna (1998)
Esta rola, no me pesa confesarlo, me movió el piso cuando vio la luz. En una época de confusión, de tristeza y zozobra, sentado en una banqueta sin ganas de mover un dedo, su ritmo me hizo primero mover el pie, luego la pierna completa y segundos después bailar sin razón alguna, viendo al cielo y pensando que era mejor estar así que sentado en la banqueta. Literalmente, Madonna le regaló un "rayo de luz" a mi existencia con esta pieza. 
https://youtu.be/x3ov9USxVxY


3 Just My Imagination
The Cranberries (1999)
Nostalgia y esperanza al mismo tiempo, una mezcla de instantes que por definición tal vez no podrían mezclarse pero que The Cranberries lograron amalgamar. Con esta rola se puede bailar y llorar al mismo tiempo, esa es su magia, la de pensar en algo que se fue, que tal vez nunca estuvo, pero que puede volver... por primera vez.  
https://youtu.be/SHoHIL2ABVQ


2 Linus and Lucy
Vince Guaraldi Tri (1965)
Algo en mi subconsciente me dice que esta canción llegó a mi vida en algún momento de mis primeros días de existencia, cuando me sentía seguro, y nunca más se fue. No sé si te pasa que escuchas una canción que "no corresponde a tus tiempos" pero al hacerlo un pequeño escalofrío recorre tu médula mientras en tu cara se dibuja una inexplicable sonrisa. Esta canción hace eso en mí sin importar de qué humor esté cuando la escuche. El piano de Vince Guaraldi es una auténtica máquina del tiempo que me lleva a... no sé dónde, pero me gusta. 
https://youtu.be/_R33-QzpJIg


1 A Matter of Trust
Billy Joel (1986)
Beyond explanation... Trust me.

https://youtu.be/6yYchgX1fMw





5.25.2018

7 Covers tan Chidos como la Rola Original

Cuando estaba chavito y el mundo era blanco y negro, declaré mi odio eterno a los covers musicales. No me cabía en la cabeza que gente que se jactara de ser "artista" le apostara a "copiar" algo que alguien ya había hecho para alcanzar el triunfo.
Durante años hice oídos sordos a cualquier canción que viniera después de la original y a mis oídos bloqueados los acompañaba una ola de vituperios contra quienes grabaran un cover.
Afortunadamente, con el paso de los años fui dándome cuenta que en la música como en la vida misma, hay muchas escalas de grises y ahí fue donde mi "odio" por los covers cedió y entonces caí en cuenta que no tienen nada de malo, que cada quien es libre de expresarse como quiera y que mientras se haga con respeto, un cover puede ser un gran homenaje a una rola, no importa lo vieja que sea.
Lo sorprendente del caso es que conforme se abrió mi entendimiento, caí también en cuenta que hay covers que son incluso mejores que las versiones originales y lo más increíble es que cuando hice un poco de reflexión, me acordé que una de las primeras canciones que me gustaron de chiquillo, era un cover, y que tardé años en escuchar la original.
Inspirado en esa idea, hago esta recopilación de 7 covers que me gustan tanto como la original, a la cual nos lanzamos sin más preámbulo y ordenando las rolas en cuenta regresiva hacia las que más me laten.

7 Heroes

Cuando la versión original de David Bowie salió al mercado yo era un niñato y, por supuesto, pasó inadvertida para mí, incluso en años posteriores porque, por alguna extraña razón, nunca he sido fan irredento del gran maestro. Fue hasta que Godzilla (R. Emerich 1998) invadió las salas de cine que me di cuenta que esta rola existía y me súper latió en su versión de The Wallflowers. Obvio, unos días después de escuchar este cover escuché la original y claro que me gustó también. 
La original: David Bowie (1977) 
El cover: The Wallflowers (1998)

6 La Bamba
Como buen hijo de los 80s, mi primera exposición a esta canción fuera del folclor mexicano cuando había bailables jarochos en la primaria, fue con la película del mismo nombre y la versión que Los Lobos le hicieron a este clásico de Ritchie Valens. Durante años preferí el cover, poseedor de un ritmo "más moderno" según mi forma de entender las cosas cuando tenía 14 años. Hasta mucho tiempo después fue que pude darle su justo valor a la versión original, plasmada por un chico que quería salir adelante en un mundo cambiante. 
La original: Ritchie Valens (1958) 
El cover: Los Lobos (1987)

5 I've Just Seen a Face

Hacerle covers a The Beatles es un deporte universal, pero hacer uno como este, del que seguramente cualquier fan de la banda se sentirá orgulloso, es otra vaina. La versión de Jim Sturgess suena diferente, tal vez no es tan encantadora como la original, pero te llena de una energía que es difícil de describir y que quizá la original no alcanza en toda su grandeza. Con todo, amo las dos.
La original: The Beatles (1965) 
El cover: Jim Sturgess (2007) 

4 California Girls

Uno de los himnos más célebres de la música surf es interpretado con un ritmo hipe ochentero. Esta es la rola a la que me refería arriba, pues hasta compré el sencillo del vocalista de Van Halen y tarde años en escucharla con la voz de Mike Love y un poco más en adorarla como todo lo que hicieron The Beach Boys.

3 Can’t Take My Eyes Off You 

Mi primera experiencia con esta rola fue la versión de Boys Two Gang cuando tenía como 9 años. Es de las pocas rolas que recuerdo de antes de que me volviera un melómano irredento, supongo que debo culpar a mi madre de ello. En la secu esta versión fue nuestro himno de batalla en un concurso de tablas rítmicas y aquí sí debieron pasar más de 10 años para que me enterara que había versiones anteriores que poco se parecen a la versión disco ochentera que yo conocía y amaba. Sin embargo, al menos la de Andy Williams (quizá más famosa que la de Frankie Valli) me gusta mucho.

2 Uptown Girl

Es raro, porque escuché la original cuando estaba chico, pero nunca me hizo "click" tanto como el cover de WestLife (en gran parte por culpa de Claudia Schiffer) que habré escuchado como mil siglos después... A partir de ahí se volvió una rola especial, tanto esta versión como la de Billy Joel, que volvió por sus fueros y me rayó con ese video tan fregón en el taller mecánico. 
La original: Billy Joel (1983)
El cover: Westlife (2001)

1 Come On Eileen

Esta rola retumbó en mi vieja primera grabadora durante años. Tuve el privilegio de que siguiera sonando en la radio tres años después de que vio la luz y de que me acompañara desde 1985 cuando perdí las cabras por la música. Cuando Save Ferris le hizo un simpático cover no pude sino dejar que una lagrimita de nostalgia resbalara por mi mejilla y luego dejarme llevar por el ritmo pegajoso de la nueva versión, casi dos décadas después. 

2.13.2018

10 'humildes' razones para enamorarte de Madrid

¿Y qué tal que lees esta entrada al ritmo de "Madrid, Madrid" de los Hombres G?



Madrid es una ciudad de otra galaxia, su oferta es casi interminable y ajustable para todos los gustos y, afortunadamente, para todos los bolsillos.
No pretendo en este post ser guía de turistas ni jactarme de conocer tanto que puedo elegir las mejores opciones sin dejar fuera algo esencial. El objeto de esta publicación es únicamente compartir un poquillo de "mi experiencia mía de mí" para sugerir las 10 actividades que, a mi muuuy personal punto de vista, te pueden provocar que te enamores de Madrid y que tienen como común denominador que no cuestan un centavo, algo muy chido para quienes solemos viajar con poco presupuesto y hemos aprendido con el tiempo a apreciar la belleza de las cosas sencillas (y baratas).
Sin más preámbulo, iré contando del 10 al 1 con la última opción como la más fregona a mi forma de ver. Ojalá y te sea de alguna utilidad este post si piensas ir por primera, segunda o milésima vez a Madrid. Seguramente ya estás enamorado (a) de ella...

10. Hacer 'Window Shopping' en la Calle de Preciados

Hace algunos años, el sábado en la tarde era obligado ir a la Calle de Preciados. A sabiendas de que el domingo el centro estaba muerto, toda la gente se descolgaba a hacer sus compras semanales en ese momento. La globalización se ha comido esa vieja costumbre madrileña y ahora casi cualquier día es sábado en la tarde en Preciados, donde el bullicio es tal que a veces es difícil caminar entre turistas y madrileños. Reto aparte será ver un aparador sin que te den un golpe con una bolsa de shopping. Bien lo vale. La escala en el fnac al final de la calle es obligada.


9. El jardín botánico de Atocha

Difícilmente alguien puede imaginarse que va a toparse con algo así adentro de una estación de trenes, pero es realidad. Se tardaron en hacerlo como mil siglos, pero les quedó de pelos. Dar vueltas por ahí, leyendo o sin leer las leyendas explicativas es un gustazo. Acabar en el estanque de las tortugas es un mega clásico y aunque se ve que está súper choteado que todo mundo tome fotos de los simpáticos reptiles, seguramente tú acabarás haciendo algunas antes de que puedas resistirte.


8. El parque lineal del Río Manzanares

Yo lo conocí en abril y me estaba helando cuando lo recorrí, estaba desierto y era imposible detenerse 3 minutos sin empezar a helarse, y aun así me fascinó. Quiero imaginar que una tarde de verano a las 19:00 horas ha de ser un lugar increíble, lleno de vida y de bullicio, plagado de niños y de joggers. Sin estar lejos del centro de Madrid luce como un sitio alternativo, no muy conocido o popular. Tal vez me equivoque por mi única experiencia, la cual no me impide recomendarlo aaaampliamente, porque además te invita a imaginar cómo era cuando no había parque y todo era un río. Camínalo desde la zona del Estadio Vicente Calderón hasta la Puerta de San Vicente y cánsate mientras te enamoras de este lado de Madrid.


7. Caminar toda la Castellana

Echarse esta avenida a pié, desde, digamos, las Torres Kio, hasta Atocha (aunque ya haya cambiado de nombre 2 veces), te hará entender lo que siente un glóbulo rojo cuando pasa por la arteria aorta: uno siente que está justo en donde circula el flujo principal de la sangre de Madrid, tan llena de vida, tan colmada de energía. No importa si a tu lado pasan los grandes autobuses del transporte público, los taxis blancos o las miles de motocicletas que recorren esta ciudad, la paz de La Castellana será siempre tuya gracias a los cientos de árboles que acompañarán tus pasos. Hazlo a cualquier hora del día y si te cansas, hay miles de bancas en la ruta para que desanses.


6. Ir a ver el Guernica

Yo no soy un tipo de museos, suelo aburrirme o embotarme muy pronto. Sin embargo, cuando se trata de El Guernica, el hechizo es inexplicable. La primera vez que fui, estuve sentado en el piso viéndo la pintura cerca de 2 horas. Tiene tanta energía, hay tanta angustia y dolor atrapados en ese gigantesco lienzo que no se puede pasar por Madrid sin ir a echarle un vistazo. La buena noticia para los backpackers es que se puede ver gratis los lunes y de miércoles a sábado de 19:00 a 21:00 horas y los domingos de 13:30 a 19:00 horas, todo en el Museo Reina Sofía, que está cerquita del metro Atocha.


5. La Gran Vía de noche

Cierto, de día el bullicio la hace una de las calles obligadas en Madrid, pero Caminarla desde Plaza España hasta La Montera después de las 23:00 horas te ofrece otra perspectiva de esta calle que puede ser diametralmente opuesta a la tradicional. Con los comercios ya cerrados, apenas los cafés y las tiendas de souvernirs estarán abiertas. Te toparás con uno que otro quiosco de prensa aún operando y lo más probable es que pases junto a algún personaje de la fauna nocturna de Madrid.


4. Puerta del Sol hasta la media noche

Si pasar por Sol durante el día te ha llamado la atención, no puede dejar de ir a ver cómo el día muere ahí, sin importar la estación del año (aunque te recomiendo poderosamente que vayas en verano). Como en muchas ciudades de Europa, el velo de la noche es una invitación para que ciertos grupos que no se muestran mucho durante el día se asomen y la particularidad de Sol es que lo hacen en un lugar donde los turistas no se esconden al ocultarse el astro rey, por lo que la interacción es obligada: darketos, escatos, incluso alguna que otra prostituta que se anima a salir de su jurisdicción en Callao, todos están invitados y para todos hay espacio en Sol, donde conviven con los locales que andan de marcha, los cansados turistas y, cerca de la media noche, con los mariachis que, al menos las veces que yo estuve ahí, convidaron un poquito de México a todos los que tuvieron la suerte de pasar por ahí a esa extraña hora, que es sensacional.



INTERLUDIO

Debo hacer 3 menciones honoríficas que complementan el presente conteo.

a) El Estadio Santiago Bernabéu

Aunque no le vayas al Real Madrid, ir a un partido a ese estadio, cuya triguna está casi embarrada a la cancha, es obligatorio. Yo, particularmente, disfruto mucho cuando el Madrid va perdiendo y la gente se empieza a salir 10 minutos antes de que acabe el juego: un gesto tan, pero tan madridista.

b) Casa de Campo

Casi te apuesto a que esta no la has hecho nunca. Un día, agarra la Línea 10 del metro y vete hasta la estación Casa de Campo, bájate y vuelve a la civilización caminando. Pisarás un Madrid que la mayoría de los que no tenemos la fortuna de vivir ahí desconoce. Mi ruta sugerida: Carretera del Zoo al norte, Paseo de la Venta al este y de ahí toooodo hasta donde cambia de nombre a Paseo María Teresa y luego todo derecho hasta el Lago de Casa de Campo y luego al metro Príncipe Pío. Hacer esto es una hazaña para los pies que te ofrecerá varias rutas de escape si te sales a la derecha. No lo hagas.

c) El Palacio Real

Este es un clásico que nunca me ha puesto los pelos de punta pero creo que es obligado. No hace falta hacerle mucha publicidad pues es una de las primeras escalas que todo mundo hace. Las vistas de Casa de Campo desde su explanada son muy chidas, pero siempre está lleno de gente tomándose fotos y eso le quita encanto.

Ahora sí, volvamos al conteo principal con el Top 3:


3. El Parque del Moro

No es ni por mucho uno de los más conocidos de Madrid pese a su céntrica ubicación y ahí precisamente está su encanto, pues suele estar muy solo, lo que lo hace encantador como una grandiosa opción para ir a perderse entre sus estrechos senderos llenos de árboles gigantescos, con espacios para sentarse a hacer reflexión, escuchar música, tomar un bocadillo o incluso, si eres como yo, hasta echarse una siesta sin temor de ser despertado (salvo que sea por un ave). Subir el sendero principal te permite tener una perspectiva única del Palacio Real, que se yergue al final del mismo en lo alto. Creo que este fue el primer parque que descubrí en Madrid, incluso antes del Buen Retiro y tal vez por esto es que le guardo un cariño muy especial.




2. El Buen Retiro

Inmenso como él solo, no es capaz de pedirte que recorras solo una parte de él. No puedes decir que has recorrido El Retiro si no lo has caminado todo y, es más, yo me atrevería a decir, si no has pasado por alguna de las cosas encantadoras que puedes hacer en él.
Desde pasearte por el lago en la lancha, que es lo que todo mundo hace, hasta recorrerlo en bicicleta y darte cuenta que está de subida de sur a norte y que rodar en dirección contraria es una auténtica maravilla.
Además de caminarlo, yo descrubrí en algún momento de mi vida, lo increíblemente hermoso que es postrarse en una de sus pequeñas colinas a leer, tomarse una horchata de chufa y luego echar una siesta sin más sonido que los pajarillos que por ahí adornan el paisaje. Esos segundos andes de quedarme dormido, mientras veía hacia el cielo de Madrid enmarcado por los árboles del Buen Retiro, quedé prendido a ese lugar para siempre.


1. Las puestas de sol en el Parque del Templo de Debod

La primera vez que llegué a este lugar fue por casualidad, no había muchos letreros ni referencias entre los comentarios, ni de mis amigos que viven en Madrid ni de los panfletos turísticos. Era como si este sitio estuviera "castigado" del ojo público y, sin embargo, en cuanto puse pie sobre él caí rendidamente enamorado.


Fue una tarde de verano y mi arribo fue cerca de las 20:00 horas. Había mucha luz del sol todavía y aunque yo solo quería encontrar un lugar en el cual descansar tras otra de esas caminatas inmensas, lo que encontré fue una de los espectáculos más hermosos que he visto fuera de mi país.
El sol descendía a su cita diaria con el horizonte mientras el cielo se ponía rojo, naranja y amarillo, todo enfrente de mí, sin que nada se interpusiera.


Situado en lo algo de una loma, el Parque del Templo de Debod no tiene como principal atractivo esa construcción egipcia reconstruida en pleno corazón de Madrid, a unos metros del Quijote de Plaza España, no. Su verdadero encanto es pasar esa hora y media de verano leyendo, charlando o simplemente mirando cómo el sol se despide de una ciudad que puede brillar por sí sola, pero que necesita del sol para regalarnos un espectáculo como solo en el Templo de Debod se puede ver.



(Por cierto, todas las fotos son mías)