En toda historia de amor, suele ser uno el que aguanta más los madrazos, a veces, literalmente.
Hacía casi un año que Él no sabía nada de Ella, que no la escuchaba, que no la veía.
De pronto, súbitamente, un día tomó la llamada. Su voz cortante era la de siempre, tan bella, tan impresionantemente familiar a pesar de que contestaba con monosílabos a todo. Al final de la efímera plática, un compromiso, para 15 días después, en el lugar donde miles de historias se fraguaron en la ciudad de Puebla: el Gallito (Reloj situado en la esquina de la 11 sur y Avenida Reforma, en pleno Paseo Bravo).
Él pasó 14 días planeando lo que le iba a decir, cada palabra, cada tema, cada pregunta. Invirtió igual cantidad de tiempo en escoger de entre su pobre guardarropa lo menos jodido para su reencuentro con Ella, el cual sería en una tarde de miércoles del mes de julio.
Pero como en tantas otras ocasiones, la fatalidad se invitó sola. La noche anterior a la cita, a las 23.56 horas, su jefe le pidió trabajar al día siguiente, un miércoles, que era desde hacía dos años y con religiosidad exacta, su día de descanso. La idea de mandarlo directo al carajo pasó más de una vez por su mente; también la de rogarle de rodillas que lo dejara descansar porque iba a ver al amor de su vida por vez primera en más de un año; pero con todo y sus ideas, el caso es que al otro día, a las 17:00 horas ya estaba en la oficina laborando.
Él trató por la mañana de hablar con Ella para cancelar, pero ni a las 7:00 de la mañana la pudo encontrar, no había forma de localizarla en el sitio donde hacía el servicio social y las 17:30, hora de la cita, se acercaba cruelmente.
Durante 30 segundos, Él se asomó a un balcón e imaginó lo increíble que se suponía sería esa tarde, después de tanto tiempo, poder verla, escuchar su voz y ver sus ojos, aunque Ella fuera igual de cortante que siempre, aunque lo despachara en 15 minutos, aunque le importara poco lo mucho que la había extrañado.
Y antes del segundo 31, a las 17:17 horas, una fuerza desconocida se apoderó de su ser y entonces dejó en una mesa los papeles que tenía en la mano, escribió una nota de disculpas para Ella y sin dar mayor explicación, salió corriendo a toda velocidad.
Tenía que cruzar el centro histórico de la ciudad para poder llegar al Gallito y sólo un autobús, que pasaba a cinco calles de distancia, podía llevarlo aún a tiempo. Dio la vuelta sobre la Calle 4 Norte esquivando gente y con la firme idea de que tenía que alcanzarla.
Tan concentrado estaba que al tratar de cruzar la primera calle no vio un viejo automóvil venir hacia él y cuando lo hizo era demasiado tarde para evitar el contacto.
Los siguientes segundos quedaron grabados de manera borrosa en su memoria... Aparentemente, al ver el auto, una antigua cafetera del año del caldo, alcanzó a saltar y eso le salvó de ser golpeado en las piernas, pero no evitó que le diera un buen madrazo que lo hizo volar algo así como un par de metros por los aires, para aterrizar en el cofre del automóvil, de donde rodó para aterrizar en el suelo.
Entonces, del vehículo bajó un viejito de unos setenta y tantos años, muerto del pánico, dejando a su esposa a bordo, la cual tenía aun más cara de espantada que su marido.
"¿E-Estás bien?" fue lo que le atinó a decir.
Lo increíble es que lo primerito que Él hizo al levantarse fue ver el reloj... había perdido tres minutos... "Díscúlpeme, señor, discúlpeme, fue mi culpa, en verdad fue mi culpa"... le dijo Él al sorprendido veterano quien, al igual que su esposa y dos o tres curiosos que se pararon a ver la escena, fueron testigos de cómo el atropellado, en lugar de checar si tenía algún hueso roto o de perdida un raspón, buscó su cartita en el piso, la recogió y, tras disculparse una vez más, salió corriendo rumbo a la 12 Oriente.
Aquella tarde de la década pasada, Él y Ella platicaron cinco minutos antes de que el primero tuviera que volver al trabajo.
En efecto, Ella fue fría, indiferente, no le afectó que Él no pudiera invitarla a tomar un café, no le hizo mucho caso al papel que le dio y partió a su casa como si nada hubiera pasado...
Por supuesto, Él no le contó nada del accidente y Ella siguió su camino sin enterarse de que, minutos atrás, el tipo al que dejaba suspirando en el Gallito había, literalmente, volado para ver sus ojos... Afortunadamente, lo único que se rompió fue un corazón...
Años después Ella se enteró de la historia y esbozó una sonrisa...
14 comentarios:
¡Qué triste es el destino de todos a los que alguna vez les toca ser mártires para mantener viva una esperanza! Te ha tocado, me ha tocado y se siente de la chingada, pero es una forma de vida recurrente. Es casi una lección obligatoria del amor, que por supuesto, sigue siendo sencillo.
El amor es una constante de gozo y dolor, donde uno tiene que disfrutar ambas cosas.
Saludos inphidélicos.
Maallditaa sea, casi me haces llorar.
La única solución es irnos a beber y ahogar las penas.
De verdad que funciona :)
Ooooouuuchhhh...creo q ya a nuestra edad (y conste q me soy bastante joven!!) traemos un costal de experiencias de todo tipo, es dificil empezar a seleccionar de ese costal sólo las cosas positivas, aunq a veces es conveniente no olvidar estas experiencias un tanto amargas...si se me olvida seguro me vuelve a pasar... abrazos amigo!
Orales, George! ahora sí te pasaste de rosca. No te imagino corriendo y dandote esos madrazos en el Centro de Puebla. Pero en fin, no se crean que todos los poblanos son Jorge Meléndez. jajajajajajajajajaja!!!!
Dicen que las más intensas y emotivas historias de amor surgen de la indeferencia y la fatalidad.
Los finales felices no suceden cuando los esperas con más ganas, sino cuando el destino juega a tu favor.
Así que no pierdas la esperanza, tal vez en algún momento EL logre driblar a la indeferencia, le dé un toquecito al corazón de ELLA e inicie el sueño del que no querrás despertar.
Todo iba muy bien, un fino relato donde te podemos imaginar perfectamente perdiendo en el amor, pero le diste al traste con la palabra madrazo... si vas escribir con un estilo sigue con él cagajo, si vas a hacer untexto con palabras más vulgarsón no hay problema, pero pareció un bandazo
Adivina qué... Otra vez te tiraste al suelo... literalmente.
Todo el relato gira alrededor de cómo te vas a tirar, repito, literalmente, al suelo al final.
Pero bueno, está bien, solamente una cosa: cuando algo cuesta tanto trabajo tenerlo, y finalmente se tiene, hay que conservarlo; lo que más cuesta es lo que más se aprecia, y si cuando llega se deja ir para no "modificar" nuestra vida "perfecta", pues es muy egoista. Si ya peleaste y ya ganaste, iza la bandera y disfruta y haz lo que tengas que hacer.
Saludos,
¿Por qué los hombres no somos capaces de decir todas las penurias que tenemos que pasar por una dama?
Sólo me pregunto ¿Por qué el anciano no aceleró más?, algo asi como microbusero que al ver que lesionó a alguien lo centra pa rematarlo asi sale más barato... jajajajajajaja te rompieron la madre y el corazón en menos de 10 minutos debes tener varios récords mundiales, Joul y con esa sonrisa tras enterarse de la historia... pagó...pagó!
De un tiempo para acá me ha dado por pensar que los discos de José José y Camilo Sesto que mamá escuchaba religiosamente en casa cuando éramos niños, nos llevarían irremediablemente a un sentir fatídicamente miserable sobre el amor... "el que ama no puede pensar todo lo da tooodo lo da". TQM
Primo:
Acabo de ponerme al corriente con tu blog, bueno la verdad los transformers no son lo mio así que lo omití, jejeje... y lo único que te puedo decir es que o el mio es muy malo o el tuyo está mucho mejor llevado, o las dos cosas, porque los comentarios en el hostal son realmente como una conversación, la gente se involucra y eso está muy chido, eres mi benchmark desde que decidí escribir también. Espero leer algo nuevo pronto y ojalá sea una historia menos dramática, que tal vez sea tu sello, pero para variarle caría muy bien, saludos y nos debemos unas chelas. Un abrazo Israel
mi hermano inphi me recomendó tu blog. está padre. lo estaré checando.
un comentario para el chico de goma... no más, pues hace siglos que no actualiza...
op
Publicar un comentario