2.13.2018

10 'humildes' razones para enamorarte de Madrid

¿Y qué tal que lees esta entrada al ritmo de "Madrid, Madrid" de los Hombres G?



Madrid es una ciudad de otra galaxia, su oferta es casi interminable y ajustable para todos los gustos y, afortunadamente, para todos los bolsillos.
No pretendo en este post ser guía de turistas ni jactarme de conocer tanto que puedo elegir las mejores opciones sin dejar fuera algo esencial. El objeto de esta publicación es únicamente compartir un poquillo de "mi experiencia mía de mí" para sugerir las 10 actividades que, a mi muuuy personal punto de vista, te pueden provocar que te enamores de Madrid y que tienen como común denominador que no cuestan un centavo, algo muy chido para quienes solemos viajar con poco presupuesto y hemos aprendido con el tiempo a apreciar la belleza de las cosas sencillas (y baratas).
Sin más preámbulo, iré contando del 10 al 1 con la última opción como la más fregona a mi forma de ver. Ojalá y te sea de alguna utilidad este post si piensas ir por primera, segunda o milésima vez a Madrid. Seguramente ya estás enamorado (a) de ella...

10. Hacer 'Window Shopping' en la Calle de Preciados

Hace algunos años, el sábado en la tarde era obligado ir a la Calle de Preciados. A sabiendas de que el domingo el centro estaba muerto, toda la gente se descolgaba a hacer sus compras semanales en ese momento. La globalización se ha comido esa vieja costumbre madrileña y ahora casi cualquier día es sábado en la tarde en Preciados, donde el bullicio es tal que a veces es difícil caminar entre turistas y madrileños. Reto aparte será ver un aparador sin que te den un golpe con una bolsa de shopping. Bien lo vale. La escala en el fnac al final de la calle es obligada.


9. El jardín botánico de Atocha

Difícilmente alguien puede imaginarse que va a toparse con algo así adentro de una estación de trenes, pero es realidad. Se tardaron en hacerlo como mil siglos, pero les quedó de pelos. Dar vueltas por ahí, leyendo o sin leer las leyendas explicativas es un gustazo. Acabar en el estanque de las tortugas es un mega clásico y aunque se ve que está súper choteado que todo mundo tome fotos de los simpáticos reptiles, seguramente tú acabarás haciendo algunas antes de que puedas resistirte.


8. El parque lineal del Río Manzanares

Yo lo conocí en abril y me estaba helando cuando lo recorrí, estaba desierto y era imposible detenerse 3 minutos sin empezar a helarse, y aun así me fascinó. Quiero imaginar que una tarde de verano a las 19:00 horas ha de ser un lugar increíble, lleno de vida y de bullicio, plagado de niños y de joggers. Sin estar lejos del centro de Madrid luce como un sitio alternativo, no muy conocido o popular. Tal vez me equivoque por mi única experiencia, la cual no me impide recomendarlo aaaampliamente, porque además te invita a imaginar cómo era cuando no había parque y todo era un río. Camínalo desde la zona del Estadio Vicente Calderón hasta la Puerta de San Vicente y cánsate mientras te enamoras de este lado de Madrid.


7. Caminar toda la Castellana

Echarse esta avenida a pié, desde, digamos, las Torres Kio, hasta Atocha (aunque ya haya cambiado de nombre 2 veces), te hará entender lo que siente un glóbulo rojo cuando pasa por la arteria aorta: uno siente que está justo en donde circula el flujo principal de la sangre de Madrid, tan llena de vida, tan colmada de energía. No importa si a tu lado pasan los grandes autobuses del transporte público, los taxis blancos o las miles de motocicletas que recorren esta ciudad, la paz de La Castellana será siempre tuya gracias a los cientos de árboles que acompañarán tus pasos. Hazlo a cualquier hora del día y si te cansas, hay miles de bancas en la ruta para que desanses.


6. Ir a ver el Guernica

Yo no soy un tipo de museos, suelo aburrirme o embotarme muy pronto. Sin embargo, cuando se trata de El Guernica, el hechizo es inexplicable. La primera vez que fui, estuve sentado en el piso viéndo la pintura cerca de 2 horas. Tiene tanta energía, hay tanta angustia y dolor atrapados en ese gigantesco lienzo que no se puede pasar por Madrid sin ir a echarle un vistazo. La buena noticia para los backpackers es que se puede ver gratis los lunes y de miércoles a sábado de 19:00 a 21:00 horas y los domingos de 13:30 a 19:00 horas, todo en el Museo Reina Sofía, que está cerquita del metro Atocha.


5. La Gran Vía de noche

Cierto, de día el bullicio la hace una de las calles obligadas en Madrid, pero Caminarla desde Plaza España hasta La Montera después de las 23:00 horas te ofrece otra perspectiva de esta calle que puede ser diametralmente opuesta a la tradicional. Con los comercios ya cerrados, apenas los cafés y las tiendas de souvernirs estarán abiertas. Te toparás con uno que otro quiosco de prensa aún operando y lo más probable es que pases junto a algún personaje de la fauna nocturna de Madrid.


4. Puerta del Sol hasta la media noche

Si pasar por Sol durante el día te ha llamado la atención, no puede dejar de ir a ver cómo el día muere ahí, sin importar la estación del año (aunque te recomiendo poderosamente que vayas en verano). Como en muchas ciudades de Europa, el velo de la noche es una invitación para que ciertos grupos que no se muestran mucho durante el día se asomen y la particularidad de Sol es que lo hacen en un lugar donde los turistas no se esconden al ocultarse el astro rey, por lo que la interacción es obligada: darketos, escatos, incluso alguna que otra prostituta que se anima a salir de su jurisdicción en Callao, todos están invitados y para todos hay espacio en Sol, donde conviven con los locales que andan de marcha, los cansados turistas y, cerca de la media noche, con los mariachis que, al menos las veces que yo estuve ahí, convidaron un poquito de México a todos los que tuvieron la suerte de pasar por ahí a esa extraña hora, que es sensacional.



INTERLUDIO

Debo hacer 3 menciones honoríficas que complementan el presente conteo.

a) El Estadio Santiago Bernabéu

Aunque no le vayas al Real Madrid, ir a un partido a ese estadio, cuya triguna está casi embarrada a la cancha, es obligatorio. Yo, particularmente, disfruto mucho cuando el Madrid va perdiendo y la gente se empieza a salir 10 minutos antes de que acabe el juego: un gesto tan, pero tan madridista.

b) Casa de Campo

Casi te apuesto a que esta no la has hecho nunca. Un día, agarra la Línea 10 del metro y vete hasta la estación Casa de Campo, bájate y vuelve a la civilización caminando. Pisarás un Madrid que la mayoría de los que no tenemos la fortuna de vivir ahí desconoce. Mi ruta sugerida: Carretera del Zoo al norte, Paseo de la Venta al este y de ahí toooodo hasta donde cambia de nombre a Paseo María Teresa y luego todo derecho hasta el Lago de Casa de Campo y luego al metro Príncipe Pío. Hacer esto es una hazaña para los pies que te ofrecerá varias rutas de escape si te sales a la derecha. No lo hagas.

c) El Palacio Real

Este es un clásico que nunca me ha puesto los pelos de punta pero creo que es obligado. No hace falta hacerle mucha publicidad pues es una de las primeras escalas que todo mundo hace. Las vistas de Casa de Campo desde su explanada son muy chidas, pero siempre está lleno de gente tomándose fotos y eso le quita encanto.

Ahora sí, volvamos al conteo principal con el Top 3:


3. El Parque del Moro

No es ni por mucho uno de los más conocidos de Madrid pese a su céntrica ubicación y ahí precisamente está su encanto, pues suele estar muy solo, lo que lo hace encantador como una grandiosa opción para ir a perderse entre sus estrechos senderos llenos de árboles gigantescos, con espacios para sentarse a hacer reflexión, escuchar música, tomar un bocadillo o incluso, si eres como yo, hasta echarse una siesta sin temor de ser despertado (salvo que sea por un ave). Subir el sendero principal te permite tener una perspectiva única del Palacio Real, que se yergue al final del mismo en lo alto. Creo que este fue el primer parque que descubrí en Madrid, incluso antes del Buen Retiro y tal vez por esto es que le guardo un cariño muy especial.




2. El Buen Retiro

Inmenso como él solo, no es capaz de pedirte que recorras solo una parte de él. No puedes decir que has recorrido El Retiro si no lo has caminado todo y, es más, yo me atrevería a decir, si no has pasado por alguna de las cosas encantadoras que puedes hacer en él.
Desde pasearte por el lago en la lancha, que es lo que todo mundo hace, hasta recorrerlo en bicicleta y darte cuenta que está de subida de sur a norte y que rodar en dirección contraria es una auténtica maravilla.
Además de caminarlo, yo descrubrí en algún momento de mi vida, lo increíblemente hermoso que es postrarse en una de sus pequeñas colinas a leer, tomarse una horchata de chufa y luego echar una siesta sin más sonido que los pajarillos que por ahí adornan el paisaje. Esos segundos andes de quedarme dormido, mientras veía hacia el cielo de Madrid enmarcado por los árboles del Buen Retiro, quedé prendido a ese lugar para siempre.


1. Las puestas de sol en el Parque del Templo de Debod

La primera vez que llegué a este lugar fue por casualidad, no había muchos letreros ni referencias entre los comentarios, ni de mis amigos que viven en Madrid ni de los panfletos turísticos. Era como si este sitio estuviera "castigado" del ojo público y, sin embargo, en cuanto puse pie sobre él caí rendidamente enamorado.


Fue una tarde de verano y mi arribo fue cerca de las 20:00 horas. Había mucha luz del sol todavía y aunque yo solo quería encontrar un lugar en el cual descansar tras otra de esas caminatas inmensas, lo que encontré fue una de los espectáculos más hermosos que he visto fuera de mi país.
El sol descendía a su cita diaria con el horizonte mientras el cielo se ponía rojo, naranja y amarillo, todo enfrente de mí, sin que nada se interpusiera.


Situado en lo algo de una loma, el Parque del Templo de Debod no tiene como principal atractivo esa construcción egipcia reconstruida en pleno corazón de Madrid, a unos metros del Quijote de Plaza España, no. Su verdadero encanto es pasar esa hora y media de verano leyendo, charlando o simplemente mirando cómo el sol se despide de una ciudad que puede brillar por sí sola, pero que necesita del sol para regalarnos un espectáculo como solo en el Templo de Debod se puede ver.



(Por cierto, todas las fotos son mías)

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