12.17.2016

Sociedad en Autobús


Se recomienda leer la siguiente historia al son de Dancing With Myself de Billy Idol

En los albores de la historia había solo cuatro formas de llegar al plantel U-2 del Colegio de Bachilleres desde el mundo civilizado:

1. Caminar. Algo descartado por todos, pues requería al menos 4 días hacerlo desde el centro de la ciudad hasta la plancha principal de nuestro nuevo plantel.

2. El “Atlixco-Atlixco”. Como su apelativo dice, iba en dirección a ese poblado a unos 50 minutos de la ciudad. Iniciaba su viaje en la Central de Autobuses de Puebla y solía ser el medio menos utilizado porque su ruta no era de mucha ayuda para la mayoría de los alumnos de ese entonces.

3. La Ruta 29. Socorrida por todos los que iban desde el centro o que hacían escala ahí para llegar a la escuela. En aquellos ayeres eran combis terriblemente incómodas usualmente pobladas por los pobres que vivían al norte de la ciudad y a quienes les había quedado más lejos el Bachiller.

4. El CREE-Madero. Camión que venía desde el reclusorio, ubicado en el extremo sureste de la ciudad y hacía una ruta periférica por el sur de la ciudad, dándole chance a los que vivían de ese lado de librarse de ir hasta el centro para luego desplazarse otra vez al extremo inferior del mapa, como solía suceder en la prehistoria.

No sé si algo parecido sucedió en algún momento con las opciones 1 a la 3, pero la 4 se convirtió con el paso de las semanas en una impresionante metáfora de la vida en la escuela, pero en movimiento.

Era como si treparse al camión te condenara a entrar a una recreación del plantel pero encerrado en unos cuantos metros cuadrados, conducidos en el mejor de los casos a la velocidad permitida.

Aquella tarde caminé más de la cuenta al salir de la escuela… Quería olvidar todo el asunto de las insinuaciones de "mi mejor amigo" con la Niña del Tercero C mientras jugábamos voleibol y por eso me fui por la rivera del río Atoyac sin importarme la leyenda que había nacido sobre una jauría de perros salvajes que devoraban bachilleres y tiraban sus restos a las aguas negras.

Cuando llegué al Circuito Interior, ni perros ni olvido, pero al menos estaba vivo. Las patas me dieron para llegar a Plaza Exprés y ahí claudiqué en mi idea de caminar hasta Plaza Cristal, donde debía tomar mi segundo autobús de vuelta a casa.

Entonces le hice la parada al CREE-Madero y el shock de volver a la escuela en un abrir y cerrar de ojos me hizo dar un paso hacia atrás.

"La Sociedad del U-2 sobre Ruedas" me recibía con los brazos abiertos en uno de mis momentos de mayor ofuscación desde que habíamos estrenado el plantel unas semanas atrás.

La primera e inevitable escala la conformaban Patrick, Armas y "Chinto", correligionarios míos en el Quinto "F" y quienes iban muertos de risa justo a la mitad del autobús echando desmadre como solían hacerlo... Como no podía pasarme por debajo de los asientos, pues me resigné a ser víctima de alguna de las bromas de Armas al tratar de pasar.

El autobús iba muy lleno y el "hacer espacio" para los demás fue mi estratagema para moverme poco a poco y ponerme a salvo de mis compañeros lo antes posible.

Sin embargo, apenas avancé unos centímetros y fui recibido por Gallardo, otro de mis compañeros de grupo, que solía hacer preguntas existenciales que desafiaban el entendimiento del más elevado de los filósofos bachilleres... Después de la segunda, me pregunté si no habría sido mejor opción quedarme a ser víctima de Armas metros atrás.

Traté de zafarme de la situación y di un pasito hacia un costado y ahí sí que me di un manotazo en la frente, porque quedé ¡justo enfrente de Gabriela!, como si algún astro con muy poca madre hubiera hecho magia para que, luego del chasco en el juego de voleibol, sus horarios coincidieran con los míos, con mi caminata por el río y todo para que nos topáramos de nueva cuenta en el "Madero". Por supuesto, al verme se activó su pose de dignidad e indiferencia a la que ya estaba tan acostumbrado. 

Luego de pensar en aventarme por una de las ventanas del camión, que en aquellos días aún servían, preferí solamente pararme justo atrás de ella para no tener chance alguno de que entrara en mi campo visual.

Justo acababa de hacer mi maniobra cuando levanté la vista y como una aparición, en mis narices apareció ¡Concha!...

Como si fuera una peli en formato Beta regresándose, me pareció ver en ese instante miles de las imágenes que se formaron en mi cabeza desde la última vez que había coincidido con la ex amiga, ex novia o ex algo de "mi mejor amigo" y todas eran desagradables, pues a mi entender por lo que me contaron, esa chica del U-14 de La Margarita había maltratado a Viloria de todas las formas posibles en los meses anteriores.


Mi cabeza ya estaba hecha un revoltijo antes de siquiera preguntarme ¿qué rayos hacía Concha en el "Madero" si hacía meses que había "terminado" con Viloria? ¿qué hacía sola en el camión, y qué hacía justo a un lado de Gabriela?

Pese a que la idea de hacer un "movimiento raro" revoloteó adentro de mi cráneo unos segundos, dejé que mi naturaleza se impusiera y mejor me fui para atrás del autobús.

Pero unas calles adelante, Concha se levantó de su lugar y tomó hacia la bajada del "Madero", tocó el timbre y cuando el vehículo se detenía en la 11 Sur, ella se estiró, jaló de mi camisa y al momento de tomar las escaleras me saludó...

Por supuesto, yo ni siquiera alcancé a reaccionar. No recuerdo si al menos tuve la cortesía de devolverle el saludo, no recuerdo si para ese entonces ya se habían bajado mis compañeros de grupo o si el precio del petróleo se había estabilizado en los mercados emergentes. La verdad es que estaba en shock y solo cuando el camión llegó a la 9 Sur caí un poco en cuenta de que todo lo que pensaba y sabía de Concha era por lo que me había contado “mi mejor amigo”, el mismo que minutos antes y desafiando los estándares adolescentes de la lealtad había hecho ese "movimiento raro" con la Niña del Tercero C... Quien a propósito, cuando el "Madero" llegó a la 5 Sur, prefirió recorrerlo todo para bajar por la puerta de enfrente con tal de no pasar junto a mí...



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