Recomiendo leer la siguiente historia mientras eschuchas Right Between the Eyes de WAX
En aquella mañana del 17 de marzo, con la primavera a punto de llegar a los suburbios donde hacíamos nuestra vida preadolescente, en puerta estaba quizá la única celebración que nos levantaba alguna expectativa: el Día del Estudiante.
La perfecta fórmula para no hacernos sentir niños y ganar dinero era implementada desde mediados de marzo y hasta finales de abril con la regla de que cada grupo de la Escuela Secundaria Técnica 43 proponía a su candidata para Reina del Estudiante y la ganadora no sería ni la más bonita, ni la más carismática, ni la más lista, sino la que más dinero juntara, claro, para que este acabara en las arcas de la escuela.
De tal suerte, se desataba desde el inicio una lucha encarnizada entre todos los grupos por amasar fortuna de la forma que fuera.
La candidata, regularmente, sí era la más bonita o al menos la más carismática de cada grupo, y ella, junto a su "equipo de campaña" tenían la misión de convencer a los compañeros de otros grupos de participar en las actividades de su candidatura y no en las de las demás niñas.
Las rifas fueron durante un tiempo el método más socorrido, pero pronto se chotearon y nadie se interesaba en entrarles.
Las kermeses matutinas se volvieron opción un rato, pero a nadie le gustaba que su madre estuviera en un puesto de tostadas vendiendo alimentos a sus compañeros de clase.
Las tardeadas, esas sí, resultaron un éxito. Pero esa es harina de otro costal.
Ese martes, el 2o. "A" tenía permiso de la dirección para armar una actividad lucrativa a la hora del receso.
De tal suerte, a las 10:20, a un lado de las escaleras del edificio 2, se instaló un "Registro Civil", cortesía de las niñas del Equipo 5.
La idea, heredada de generaciones anteriores, fue un hitazo.
El asunto consistía en pagar una cantidad, que no recuerdo, por contraer nupcias de manera ficticia, con todo y juez y testigos.
En un sentido estricto era tirar el dinero a la basura, sin embargo, en la sociedad de segundo de secundaria, salir del Registro Civil con un acta de matrimonio debidamente firmada y validada por las "autoridades" era un voto de amor y confianza para quienes entraban al mismo de manera voluntaria… Pero tenía más valor aún para quienes eran metidos al Registro contra su voluntad… lo cual, por cierto, era más divertido.
Usualmente, los "matrimonios" en los que los "novios" eran llevados a rastras tenían dos lecturas: ambos "querían" pero ninguno de los dos lo aceptaba, lo cual arrojaba hermosas estampas de "resignación" a la hora de firmar el acta. O en el caso que quedaba, uno de los dos estaba enamorado y el otro… no.
Aunque la prioridad eran los clientes de otros grupos de la Secu, era forzoso darnos un espacio para que el "A" tuviera su dotación de casamientos, al fin, teníamos 50 minutotes de receso para consumar las uniones.
Marco Esteban e Ivonne Lorena fueron los primeros en ser capturados y encerrados en el Registro Civil. Él, mi mejor amigo, nunca se caracterizó por ser buen actor. Trató de resistirse, pero no mucho, es más, muy poco… Ella, seria en esencia, no podía esconder su bochorno, pues tenía la cualidad de dejar que sus mejillas la delataran poniéndose coloradas, coloradas, pero con todo, no ofreció mucha resistencia. Primera unión de la mañana consumada.
Siguieron Víctor Hugo el "Capu" y Mónica. Esta vez resultaba evidente que él no estaba interesado y que ella se encontraba feliz con el enlace, pues no ofreció pelea para ser metida al "corralito" formado con bancas y sillas a un lado de la escalera.
Arturo y Ángeles pasaron igual y fue ahí donde en el ambiente empecé a sentir que yo pasaría inadvertido por la chica que me gustaba desde muchos meses atrás y no solo eso, algunos de mis compañeros ya cocinaban casarla con otro niño de mi grupo, quien estaba "apuntado" también ahí.
Esa idea se borró unos minutos de mi mente cuando Johnny se convirtió en la botana del día, pues lo capturamos entre todos y casi pataleando lo metimos al Registro Civil, donde ya lo esperaba Rafaela, su "enamorada" de ese año y a la cual no le tiraba ni un laso. Johnny era el más galán del grupo y Rafaela, bueno, no era su contraparte femenina, aunque era una buena chica.
Esa fue la boda más simpática de la mañana, pues casi le agarraron la mano a nuestro amigo para que firmara mientras que ella estampó su rúbrica en el acta de matrimonio a la primera y hasta resaltadita.
Las carcajadas estaban a todo lo que daban cuando sin agua va, fui capturado a traición por la espalda al mismo tiempo que Salomé, quien no había tomado el asunto del mejor modo...
"Ok, Jair, paga" fue la orden que recibí de la "juez"… Sin embargo, de todos era conocido que mis bolsillos no solían llevar ni la pelusa de la lavadora, por lo que ella vio la esperanza de salvarse dada la falta de recursos económicos del "novio".
Sin embargo, Jacqueline se reveló como la buena samaritana que apoquinó la cuota y la ceremonia siguió su curso. Mientras yo le hacía al tonto forcejeando para no firmar, sin querer vi de reojo a mi "rival" por estar en esa silla y su mirada de odio se grabó en mi retina y retumbó en mi cráneo durante muchas semanas; firmé y ella, más resignada que con gusto, hizo lo propio.
La boda estaba consumada, fuimos declarados entonces marido y mujer.
Aprovechando el gusto que se le veía a la novia tras contraer nupcias, la juez se sacó un as bajo la manga al decir que tenía que besar a mi nueva esposa antes de volver a clases a menos de que pagara 50 pesos de multa. Mi argumento para no casarme era ahora la oportunidad de plantarle un beso a la niña que tenía ahí junto: no tenía un centavo conmigo.
Pero entonces, ella sacó los 50 pesos de su bolsa y pagó la multa. Se levantó al tiempo que sonaba la chicharra para regresar a clases y yo me quedé ahí sentado como menso con una singular sonrisa en la cara.
Lo extraño es que nadie supo, ni con el paso de los meses, dónde terminó "mi" acta de matrimonio.
Yo supongo que esa misma tarde fue convertida en confeti…
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