9.05.2024

Corazón de Maratonista


Publicado en el Periódico REFORMA el 1 de septiembre de 2022
 
Soy el corazón de Juan.
 
La madrugada del domingo 28 de agosto de 2022, al cruzar Ciudad Universitaria en penumbras hacia el Estadio Olímpico Universitario, comencé a latir como nunca antes. Varios meses de "acompañar" a Juan todas las tardes a entrenar desde que se inscribió al Maratón de la Ciudad de México, nos llevaron a la gran cita. Compartimos la emoción de esos minutos previos a "nuestro" primer maratón.
 
Como Juan no es ningún atleta de elite, portó un brazalete azul y tuvo que esperar casi 50 minutos desde el primer disparo para poder tomar la salida; de cualquier forma, su ánimo no menguó, al contrario, cuando al fin pasó por el arco, salió como potro desbocado; total, de ahí hasta la Glorieta de Insurgentes estaba de bajada. Fueron 10 kilómetros de pura adrenalina, de sentir el aire, las porras de la gente. 
 
Juan estaba feliz y su felicidad me contagió durante los siguientes 10 kilómetros.
 
Sin embargo, al cruzar la marca de los 25, por allá de Polanco, sentí raro a Juan, ya no iba tan rápido y, sobre todo, ya no estaba sonriendo. Pero no me dijo nada, él trató de seguir con lo suyo y yo me dediqué a lo mío los siguientes 7 kilómetros. Mucho silencio, que solo fue roto por leves susurros: "ya no puedo, ya no puedo..."
 
Y ahí, en esa barrera que los maratonianos conocen como el "Muro", que los expertos definen como el punto del maratón en donde se agotan prácticamente las reservas de carbohidratos del cuerpo, el susurro fue un grito desgarrador: "¡ya no puedo!"...
 
Cuando Juan encorvó el cuerpo y estuvo a punto de irse de bruces hacia el piso, justo antes de subir al puente de Ejército Nacional que cruza sobre Circuito Interior, entendí que no podía dejar solo a Juan; aunque no tenía mucha idea de qué hacer, -solo soy un corazón-, también entendí que en ese momento me tocaba rifarme por él.
 
Recordé entonces todas esas veces que Juan apagó el Netflix para salirse a entrenar, las ocasiones que se negó a ir a fiestas con sus cuates y hasta una vez que quedó mal con su familia porque tenía una "distancia larga"; Juan no es ningún atleta de elite, pero vaya que se sacrificó para llegar hasta ese momento y yo no lo iba a dejar solo.
 
Tomé el mando de la "nave" durante esos últimos 10 kilómetros, en los cuales vi caer a varios corredores, algunos gritando de dolor, pero yo le dije a Juan: "No, tú no te quedas, carnal, tú llegas porque llegas".
 
Cuando agarramos 20 de noviembre y vimos la Catedral de frente, como un milagro, Juan volvió a ser el de antes del "Muro", sus ojos brillaron, su sonrisa regresó y entonces corrió esos 500 metros finales ya no con mi ayuda, sino con la de su alma... yo estaba exhausto, pero bien.
 
Tras cruzar la meta, creí que Juan ahora sí desfallecería, pero fue al contrario, levantó los brazos y las lágrimas que derramó fueron para mí más refrescantes que los 2 litros de agua que nos tomamos después de colgarnos la medalla.
 
 
Como Juan, Jorge Jair Meléndez tampoco es un atleta de elite, pero conoce un poco de este tipo de experiencias. ¡Ah!, y es editor en CANCHA Reforma.
 

 

5.07.2020

5 Reasons to Love "The Core"


The Transformers original animated series has 98 episodes that span from terrible to totally awesome.

Ranking them is a difficult task even if the ranking is made to oneself... Imagine ranking them to satisfy everyone's tastes. Almost impossible. This is not my intention today.

Today I would like to talk about one episode in particular: The Core and the reasons for me to think that this one is one of the greatest chapters on all Transformers animated history.

Let's go to the action, the action, then:


1. The big treason
That moment when Chip and Wheeljack activate the dominator discs and Devastator glows in yellow rays is superb, and very oportune because the combiner just had grabbed Optimus Prime. This is the best part, because here we can watch Prime's leader role on its prime (pardon the words), taking control of the situation and ordering Devastator first to put him on the ground and then attacking his former comrades. All the chaos that came after for the Decepticons really make you think that this time Megatron had blew it up biiiig time, making mistake after mistake.



2. Devastator in The Ark
What a scene to see!!! Hook helping the Autobots to fix the wounds of the battle was amazing, the interaction with the autobots and, ultimately, that funny detail of watching Devastator waiting without his head and Hook transforming into it (a forgivable mistake, because Hook is actually the entire chest of Devastator).



3. The epic of the last battle
Hell, man, there is no waste on everything that happens when the Autobots attack the drill base on the middle of the night.


As a kid, I was on the border of my seat every second, even on the commercial break after Megatron disrupts the autobot control over Devastator.
The combination of the music and the animation when the autobots land and enter the cave is so powerful... Watching Devastator running side by side with the Autobots is superb and everything that happens later... Wow.

 
4. The sacrifice
I could have dreamed all the outcomes to this episode one night before watching it for the first time and maybe what actually happened may have not come to my dreams. Despite some treacherous past actions, this time the Constructicons accepted what seemed their last orders from Megatron: trying to stop the drill would mean their final destruction and they did not hesitated.

Well, we even have that sentimental moment of farewells and thanks from each member of the team before facing certain death. The nexts seconds were pure childhood extasis: once again, the music on the background make the moment perfect, watching Devastator sacrificying himself and, at the same time, the Decepticons escapying was so classic.



When everything crushes, I remember clearly, I said "No, not Devastator, not him", thinking he was actually dead. So, imagine my reaction when he came out of the rubble triumphant.





5. The Ending
What a great way to close an incredible story than to put some optimism.
One of the things that really got me from The Transformers was that it was a different series, the good ones not always came up with victory, or at least not totally, like in The Core.

At the end, even when he was forced to put in risk his existence by Megatron and even abandoned by all Decepticons, Devastator came up being loyal to his leader... loyalty is a value not everyone practices today because maybe no one understand it anymore. Devastator gave us a leason.

But the most awesome part were the last lines Optimus Prime said to Chip when he was heartbroken by Devastator's decision to keep his loyalty to the Decepticons.

Optimus: "What's the matter, Chip?"
Chip: "I guess I thought that Devastator would join the Autobots for good, but that's just a dumb old dream."
Optimus: "Hang on to your dreams, Chip. The future is built on dreams. Hang on."

Facts about The Core
Written by Dennis Marks
It's the episode 40 on the series

It's the episode 24 on season 2
It was first aired on October 29, 1985
Wanna watch The Core? Here it is!!!
 
















3.10.2020

La cinta de micropore

Casi todas las historias de "hazañas atléticas" tienen un héroe desconocido. Esta no es la excepción, aunque el personaje tal vez sea por demás raro para el lector: se trata de un pedazo de cinta adhesiva, conocida por el mundo como Micropore.

Pero vamos por partes.

Al lanzarme a correr por primera vez el BERLIN-MARATHON, una de las cosas que dejé pendiente fue la pulserita con los tiempos parciales que quería conseguir para, al final, aspirar a una meta en cuanto tiempo.

Digamos que esa pulsera tiene apuntados cuántos minutos u horas has de sumar al recorrer cada kilómetro para saber, a la hora de contrastarlo con el tiempo que en realidad vas haciendo, si debes acelerar o tratar de bajarle al ritmo, con el fin de cruzar la meta en el tiempo que te hayas proyectado.

Históricamente, esa guía siempre ha sido un dolor de cabeza para mí porque siempre la olvido. 

Pum... ¡Flashback!
En el Maratón de New York City en 2016 tuve que apuntar los parciales en una hojita de papel que llevaba metida en una de las bolsas de mis shorts y que, invariablemente, perdí por ahí del kilómetro 33, justo al llegar al Bronx. Al meter la mano a la bolsa del pantalón y no hallar mí guía, la cual además iba cumpliendo casi al pie de la letra, me sentí huérfano de objetivos y tuve que irme a la buena de Dios... Al final valí gorro e hice como 20 minutos más de lo que tenía planeado.


Como esa puedo contar otras 5 y ni así aprendí la lección, porque una noche antes del BERLIN-MARATHON 2019 yo no tenía la mentada pulserita y eso representaba un drama. En mi descargo está que en un grupo de Facebook alguien aseguró que las pulseras las regalaban en la Expo, pero dicha info resultó falsa. El caso es que, unas horas antes de lanzarme a la línea de salida, no tenía esa guía que, como pocas veces, en esta ocasión se me hacía fundamental por razones que luego expondré.

Sin papel como para intentar lo de la nota en la bolsa, alrededor de las 0:00 horas del 29 de septiembre de 2019 vino a mi cabeza la idea de recurrir a un trozo de cinta micropore para llevar ahí mi guía... Con un poco de dificultad por la superficie en la que tenía que escribir y por el tamaño en el que tenía que hacerlo para no cubrirme el brazo entero, me di a la tarea de apuntar los parciales que soñaba hacer en cada uno de los 42 kilómetros y 195 metros que empezaría a correr 9 horas después.

De tal suerte, a las 9:00 horas en el último corral de salida sobre la avenida 17 de Junio de Berlín, un pequeño mexicano con el número 63061 en el pecho tenía pegada en su brazo izquierdo una cinta micropore con esa guía, la cual se encontraba cubierta por una manga de licra que se levantaría cada vez que hiciera falta checarla.

El plan era perfecto.

El inicio fue perfecto.

Los primeros 2 kilómetros fueron perfectos.

Pero...

Cuando aún no salía de la Avenida 17 de Junio se vino la tragedia: empezó a llover. Y no una llovizna como me tocó en 2018 en Chicago... No, señor, ahora se vino el aguacero con todo.

Mi optimismo irredento no me permitió pensar que algo podía salir mal pese a ese "pequeño inconveniente". De hecho, me aplaudí a mí mismo por haber colocado mi parche de micropore abajo de la manga. Sabía que eso la protegería lo suficiente.

Pero no fue así.


A los 7 kilómetros, apenas a los 7, de iniciado el Maratón de Berlín 2019, mi glorioso parche de micropore estaba completamente empapado.

Pero eso no era lo peor.

Pese a la manga de licra, era tal la cantidad de agua y la fuerza con la que le había caído durante más de media hora, que el parche comenzó a despegarse de las esquinas...

Pero eso no era lo peor... Con todo y que "Bic no sabe fallar", al cruzar el kilómetro 8, algunas partes de la escritura comenzaron a tornarse ilegibles.

¡Oh, no! Mi oráculo estaba condenado a fallar.

Fue simpático.

En ese momento, no me puse a pensar si mis zapatos estaban ya empapados, si me escurría agua por las piernas y se iba directo a mis calcetas o si mi gorra ya goteaba... Mi principal preocupación fue mi parche de micropore.

Entonces fue que me despojé del Buff que llevaba en el cuello y lo puse en la muñeca para tratar de proteger un poco más a mi guía maratoniano.


Además, el detalle que recuerdo con más simpatía fue que, a partir de ahí, cada que iba a checar el parcial al cruzar la marca de un nuevo kilómetro, ejecuté ceremoniosamente todo el proceso para alargar la vida de mi parche: zafaba el Buff, exprimía la manga de licra con todas las fuerzas de mi mano derecha (y con todo y el brazo izquierdo), para entonces ya descubrir el parche y checar si mi plan de carrera se acercaba, aún, al ideal que había planteado horas atrás.

Así lo realicé cada kilómetro durante los siguientes 9 hasta que caí en cuenta de que llevaba casi 2 minutos de ventaja con respecto al tiempo que podía permitirme.

Hice entonces la reflexión de que con ese colchón, tal vez podía mantener el paso y evitar checar el parche durante unos cuantos kilómetros, pensando en cuidarlo un poquillo más.

Procedí de esa manera y así me aventuré mientras el aguacero cedía un poco y nos acercábamos a la mitad de la ruta, tras la cual, perdí casi toda la ventaja que llevaba con respecto al plan, por lo que tuve que volver a checar abajo de mi manga cada kilómetro.

Justo cuando creí que el parche daría su vida antes de cruzar la meta, caí en cuenta de que a partir del kilómetro 23, todos los parciales que tenía que hacer eran múltiplos de 7, por lo que me aventuré a tapar la guía y usar como única referencia el tiempo que marcaba mi teléfono contrastado con las marcas de kilómetros en lo que quedaba de la ruta.


Sin querer, eso provocó que la última parte del maratón, esa que muchos (yo incluido en muchas ocasiones) sufren más de lo que la disfrutan, se convirtiera en un reto inolvidable: con qué emoción volteaba el teléfono al cruzar cada marca de kilómetro para ver que en lugar de 3:21, iba en 3:19, dos minutos abajo, y así durante más de 15 kilómetros.

Lo más increíble es que, pese a perder gas en los últimos kilómetros de la prueba e incluir una escala para abrazar y besar a la mujer que me dio la vida en el kilómetro 41, al final crucé la meta del Maratón de Berlín 2019 exactamente con el tiempo que había escrito sobre la cinta de micropore la noche anterior, más como un sueño que como una certeza.

Recuerdo que una de las primeras cosas que hice después de gritar con todas mis fuerzas fue levantar mi manga para ver cómo había acabado el parche y sí, ahí estaba, aún mojado, doblado en algunas partes e ilegible en otras, pero había aguantado y había sido mi guía en el mejor maratón de toda mi vida.

Por eso, ese trozo de tela adhesiva tiene para mí tanto valor como la medalla que me dieron minutos después.
Así fue como terminó mi parche de micropore, héroe y leyenda de Berlín 2019.