7.31.2025

My Wonderwall


La primavera de 1999 me sorprendió con una situación de emergencia.

Luego de emigrar a la Ciudad de México en julio de 1997, se me hizo fácil dejar pendiente mi tesis de la universidad para "mis ratos libres" y, por mera ley de la vida adulta, esos ratos libres nunca fueron suficientes y en el amanecer de 1999 recibí un ultimátum de mi alma matter que decía que si no presentaba la tesis a más tardar en mayo, tendría que volver al campus a hacer un curso de actualización.

Eso significaba tener que renunciar a mi trabajo y cortar de tajo la vida que había elegido vivir.

No podía permitirlo.

La cosa no pintaba bien, pues por un viaje había perdido a mi asesora de tesis meses atrás; de cualquier forma decidí emprender esa carrera contra el tiempo.

Cuando marzo llegó a su final, mis problemas ya eran una crisis, pues el tiempo no me había alcanzado para avanzar a un ritmo que me permitiera vislumbrar cumplir con la exigencia de la universidad.

Antes de que abril empezara, hice un movimiento que resultó clave. Desde mi ingreso al trabajo no había tomado vacaciones, de tal suerte que tenía acumulados los días que me correspondían de año y medio, los cuales le pedí de un jalón a mis jefes con el único objeto de dedicarlos a la finalización de mi tesis. 

Es en esta parte de la historia en la que los nombres propios merecen ser mencionados: Rosario Cruz, mi jefa inmediata y Guillermo Caballero, mi coordinador, no dudaron en darme su apoyo —algo que nunca seré capaz de agradecer como se merece—, y entonces me vi con la chance de gestar una hazaña en tres semanas. 

El primer día del resto de mi vida, el primero de muchos en que estuve encerrado en el cuarto donde vivía en la Colonia Florida de la Ciudad de México inició con una búsqueda: necesitaba música; requería de ese ingrediente mágico que había acompañado cada época trascendente —y también las intrascendentes— de mi existencia. Abrí el compartimento de CDs de mi grabadora y busqué en mi estuche porta discos. No hallé ninguno que me inspirara a comenzar con la misión más importante de mi existencia y entonces me acordé que tenía una pilita de discos que no había estrenado. 

Como si fuera una cosa del destino, la vista me llevó en automático a un disco de OASIS

Lo había comprado, si no mal recuerdo, uno o dos años atrás, en una de esas ventas de la Comercial Mexicana, que dos veces al año le ponía 40% de descuento a los discos, pero no lo saqué de su empaque. No lo sé, pero desde que empecé a comprar mi propia música, siempre creí que, aunque la adquieras, tú no llegas a la música, sino que la música llega a ti, en el momento apropiado. 

El momento apropiado para WHAT'S THE STORY MORNING GLORY había llegado para mí en la primavera de 1999. 

Ya había escuchado un par de sencillos que emanaron de él desde que vio la luz en 1995, pero nunca el álbum completo; en ese tiempo mis horas eran ocupadas por BE HERE NOW y DEFINITELY MAYBE. Pero era hora de que el segundo álbum de OASIS entrara como tormenta a mi vida.

Como si lo hubieran mandado hacer, al escuchar HELLO por primera vez, saludé al reto que estaba frente a mí y cada rola se apropió de un pedacito de esas semanas en las que lo escuché no mil, ni dos mil, sino 18,457 veces.
Encerrado a piedra y lodo trabajando en el Análisis Experiencial del Uso de las Figuras Retóricas Visuales en el Periodismo Deportivo, el segundo álbum de OASIS fue el fondo musical de muchas semanas en las que empezaba a trabajar alrededor de las 9 de la mañana, solo salía a la calle a comer por ahí de las 6 de la tarde y volvía a seguir chambeando hasta las 10 de la noche. 

En la era previa a los celulares, no tenía forma de comunicarme con nadie y así pasé todas esas semanas, prácticamente aislado, sacando adelante la última misión de mi vida universitaria, con WHAT'S THE STORY MORNING GLORY iluminando el camino.

Una tarde de mayo, después de salir de una imprenta en la que le dieron acabado a los ejemplares que hice de la tesis, los cuales me entregaron en el último minuto del último día en que podía haberlos obtenido para entregar a tiempo y que me dieran derecho a hacer examen profesional, no pude más y me derrumbé en un descanso en la entrada del metro San Joaquín. Lo único que atiné a hacer fue darle play al walkman y escuchar SOME MIGHT SAY ahí, tirado, con mi bolsa llena de hojas y los ojos cerrados, con una promesa en mis oídos: "Some might say, we will find a brighter day" (algunos dicen que encontraremos un día más brillante).

Y sí, días más brillantes vinieron...

9.05.2024

Corazón de Maratonista


Publicado en el Periódico REFORMA el 1 de septiembre de 2022
 
Soy el corazón de Juan.
 
La madrugada del domingo 28 de agosto de 2022, al cruzar Ciudad Universitaria en penumbras hacia el Estadio Olímpico Universitario, comencé a latir como nunca antes. Varios meses de "acompañar" a Juan todas las tardes a entrenar desde que se inscribió al Maratón de la Ciudad de México, nos llevaron a la gran cita. Compartimos la emoción de esos minutos previos a "nuestro" primer maratón.
 
Como Juan no es ningún atleta de elite, portó un brazalete azul y tuvo que esperar casi 50 minutos desde el primer disparo para poder tomar la salida; de cualquier forma, su ánimo no menguó, al contrario, cuando al fin pasó por el arco, salió como potro desbocado; total, de ahí hasta la Glorieta de Insurgentes estaba de bajada. Fueron 10 kilómetros de pura adrenalina, de sentir el aire, las porras de la gente. 
 
Juan estaba feliz y su felicidad me contagió durante los siguientes 10 kilómetros.
 
Sin embargo, al cruzar la marca de los 25, por allá de Polanco, sentí raro a Juan, ya no iba tan rápido y, sobre todo, ya no estaba sonriendo. Pero no me dijo nada, él trató de seguir con lo suyo y yo me dediqué a lo mío los siguientes 7 kilómetros. Mucho silencio, que solo fue roto por leves susurros: "ya no puedo, ya no puedo..."
 
Y ahí, en esa barrera que los maratonianos conocen como el "Muro", que los expertos definen como el punto del maratón en donde se agotan prácticamente las reservas de carbohidratos del cuerpo, el susurro fue un grito desgarrador: "¡ya no puedo!"...
 
Cuando Juan encorvó el cuerpo y estuvo a punto de irse de bruces hacia el piso, justo antes de subir al puente de Ejército Nacional que cruza sobre Circuito Interior, entendí que no podía dejar solo a Juan; aunque no tenía mucha idea de qué hacer, -solo soy un corazón-, también entendí que en ese momento me tocaba rifarme por él.
 
Recordé entonces todas esas veces que Juan apagó el Netflix para salirse a entrenar, las ocasiones que se negó a ir a fiestas con sus cuates y hasta una vez que quedó mal con su familia porque tenía una "distancia larga"; Juan no es ningún atleta de elite, pero vaya que se sacrificó para llegar hasta ese momento y yo no lo iba a dejar solo.
 
Tomé el mando de la "nave" durante esos últimos 10 kilómetros, en los cuales vi caer a varios corredores, algunos gritando de dolor, pero yo le dije a Juan: "No, tú no te quedas, carnal, tú llegas porque llegas".
 
Cuando agarramos 20 de noviembre y vimos la Catedral de frente, como un milagro, Juan volvió a ser el de antes del "Muro", sus ojos brillaron, su sonrisa regresó y entonces corrió esos 500 metros finales ya no con mi ayuda, sino con la de su alma... yo estaba exhausto, pero bien.
 
Tras cruzar la meta, creí que Juan ahora sí desfallecería, pero fue al contrario, levantó los brazos y las lágrimas que derramó fueron para mí más refrescantes que los 2 litros de agua que nos tomamos después de colgarnos la medalla.
 
 
Como Juan, Jorge Jair Meléndez tampoco es un atleta de elite, pero conoce un poco de este tipo de experiencias. ¡Ah!, y es editor en CANCHA Reforma.
 

 

5.07.2020

5 Reasons to Love "The Core"


The Transformers original animated series has 98 episodes that span from terrible to totally awesome.

Ranking them is a difficult task even if the ranking is made to oneself... Imagine ranking them to satisfy everyone's tastes. Almost impossible. This is not my intention today.

Today I would like to talk about one episode in particular: The Core and the reasons for me to think that this one is one of the greatest chapters on all Transformers animated history.

Let's go to the action, the action, then:


1. The big treason
That moment when Chip and Wheeljack activate the dominator discs and Devastator glows in yellow rays is superb, and very oportune because the combiner just had grabbed Optimus Prime. This is the best part, because here we can watch Prime's leader role on its prime (pardon the words), taking control of the situation and ordering Devastator first to put him on the ground and then attacking his former comrades. All the chaos that came after for the Decepticons really make you think that this time Megatron had blew it up biiiig time, making mistake after mistake.



2. Devastator in The Ark
What a scene to see!!! Hook helping the Autobots to fix the wounds of the battle was amazing, the interaction with the autobots and, ultimately, that funny detail of watching Devastator waiting without his head and Hook transforming into it (a forgivable mistake, because Hook is actually the entire chest of Devastator).



3. The epic of the last battle
Hell, man, there is no waste on everything that happens when the Autobots attack the drill base on the middle of the night.


As a kid, I was on the border of my seat every second, even on the commercial break after Megatron disrupts the autobot control over Devastator.
The combination of the music and the animation when the autobots land and enter the cave is so powerful... Watching Devastator running side by side with the Autobots is superb and everything that happens later... Wow.

 
4. The sacrifice
I could have dreamed all the outcomes to this episode one night before watching it for the first time and maybe what actually happened may have not come to my dreams. Despite some treacherous past actions, this time the Constructicons accepted what seemed their last orders from Megatron: trying to stop the drill would mean their final destruction and they did not hesitated.

Well, we even have that sentimental moment of farewells and thanks from each member of the team before facing certain death. The nexts seconds were pure childhood extasis: once again, the music on the background make the moment perfect, watching Devastator sacrificying himself and, at the same time, the Decepticons escapying was so classic.



When everything crushes, I remember clearly, I said "No, not Devastator, not him", thinking he was actually dead. So, imagine my reaction when he came out of the rubble triumphant.





5. The Ending
What a great way to close an incredible story than to put some optimism.
One of the things that really got me from The Transformers was that it was a different series, the good ones not always came up with victory, or at least not totally, like in The Core.

At the end, even when he was forced to put in risk his existence by Megatron and even abandoned by all Decepticons, Devastator came up being loyal to his leader... loyalty is a value not everyone practices today because maybe no one understand it anymore. Devastator gave us a leason.

But the most awesome part were the last lines Optimus Prime said to Chip when he was heartbroken by Devastator's decision to keep his loyalty to the Decepticons.

Optimus: "What's the matter, Chip?"
Chip: "I guess I thought that Devastator would join the Autobots for good, but that's just a dumb old dream."
Optimus: "Hang on to your dreams, Chip. The future is built on dreams. Hang on."

Facts about The Core
Written by Dennis Marks
It's the episode 40 on the series

It's the episode 24 on season 2
It was first aired on October 29, 1985
Wanna watch The Core? Here it is!!!